Confesión de pecado
Por Wesley L. Duewel
La persona convencida de su pecado, que verdaderamente siente tristeza por sus pecados, querrá tomar el próximo paso de arrepentimiento confesando sus faltas a Dios y pidiéndole perdón. La confesión es el reconocimiento de culpa personal. Uno no puede volverse a Dios contra quien ha pecado sin volverse de su pecado. David testificó, «Mi pecado Te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: ‘Confesaré mis rebeliones a Jehová,’ y Tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Sal. 32:5).
Siendo Dios el Soberano del universo, y siendo que todos los pecados son contra la naturaleza y ley de Dios, nuestra confesión primordial del pecado tiene que ser ante Dios, aquel contra quien hemos pecado ofendiéndolo seriamente.
La confesión del pecado es una obligación moral a Dios, y, a menudo también a la gente. Si hemos pecado contra otros, a menudo es esencial pedirles su perdón (Mt. 25:23-24) y posiblemente hacer restitución en cuanto sea posible.
La regla general aparentemente es que todos los pecados que el Espíritu Santo nos trae a la memoria han de ser confesados a Dios, y todos los pecados contra un individuo o un grupo han de ser confesados a ellos en cuanto sea posible.
«Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1:9).