«Dedicado a fortificar y animar al Cuerpo de Cristo.»

Mantenga despejado el camino

Por Lois J. Stucky (1928 – 2014)

    «...Al corazón contrite y humillado no despreciarás Tú, oh Dios» (Sal. 51:17).  «El que encubre sus pecados, no prosperará: mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia» (Pr. 28:13).  «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).

    ¿Quién de nosotros no ha encontrado un gran consuelo en estas palabras?  ¡Oh, cuánto es la tristeza de Dios que experimentamos sobre nuestros fracasos!  Es de suma importancia el guardar un corazón sensitivo a nuestros fracasos y pecados.  En lugar de arrepentirnos sinceramente de todo corazón, es fácil justificarnos mientras echamos la culpa a otra persona.  Pero al hacerlo, endurecemos nuestro corazón.

    Tenemos que ajustar cuentas con Dios a menudo, no permitiendo aumentarse en listas largas nuestros pecados y fracasos, sino ocupándonos de cada uno tan pronto como sucede.

    Una vez cuando yo daba consejos a una escolar quien buscaba al Señor, le mencioné que tenemos que pedir perdón del Señor tan pronto como nos damos cuenta de que estamos pecando o que hemos pecado.  Más tarde la madre de la joven me dijo que su hija había tomado a pecho el consejo.  La madre observó que aun cuando la hija estaba jugando, había una diferencia mientras esta muchacha compasiva (ahora una misionera) se detuvo momentariamente para pedir perdón.  Ella se convirtió en una mejor hermana y compañera de juego por «ajustar cuentas con Dios a menudo» aun sobre los pecados y fracasos de niñez.

    Si jamás ha habido un tiempo cuando necesitamos mantener despejado el camino entre nuestras almas y el Señor (e incluyendo nuestros prójimos), es hoy en día.  Cuando nuestras vidas están llenas de actitudes malas, de un espíritu injusto y de pecados no perdonados, esto impide a Dios hacer lo que quiere.  Esto también contrista y apaga al Espíritu Santo.

    ¿Desea usted con fervor que Dios venga a nuestro medio con el poder de avivamiento?  Una parte del precio que tenemos que pagar es el de confesar y dejar nuestros pecados.  ¡Oh, cuán clementes son las cosas que Dios quiere hacer!  Es una hora de urgencia.  No nos queda mucho tiempo.  Que no impidamos a Dios por endurecer nuestros corazones.