Cuidado con los falsos profetas y maestros
Por Rich Carmicheal
«Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos» (Mt. 24:11).
«Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuese posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes» (Mt. 24:24-25).
«…Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad…» (Hch. 20:29-31).
Las escrituras claramente nos alertan acerca de los falsos profetas y de los falsos maestros que aparecerán en los últimos días. Por esto, es urgente y necesario saber discernir, porque estos falsos líderes saldrán de en medio de nosotros (Hch. 20:30; 2 Pe. 2:1), vestidos de ovejas (Mt. 7:15), para poder infiltrarse sin ser vistos y así introducir sus herejías destructoras (2 Pe. 2:1). Obrando grandes señales y prodigios para engañar y desviar a los escogidos de Dios (Mt. 24:24). Estos son personas fraudulentas, engañosas que profesan ser obreros de Cristo y ministros de justicia (2 Cor. 11:13-15).
El peligro es incrementado por el hecho de que en los últimos días la gente «no sufrirán (por) la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído…» (2 Tim. 4:3-4). Esta condición es similar a los días de Jeremías (cuando Jehová dijo) «Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos, y Mi pueblo así lo quiso…» (Jr. 5:30-31). En estos días mucha gente, inclusive la gente de la iglesia del Señor, están abriendo sus puertas, dando la bienvenida y abrazando al mensaje de los falsos maestros.
Gracias al Señor que nos advierte del peligro de los falsos líderes (maestros, profetas, pastores y apóstoles), y por enseñarnos con Su Palabra como identificar a los falsos líderes y como conocer a los buenos y sinceros que Él pone en la iglesia.
1. Los falsos líderes desean que otros les sirvan; los verdaderos líderes desean servir a otros. Jesús enfatizó diciendo que en el reino de Dios, el fuerte servirá al débil: «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:25-28). De la misma manera, después de haber lavado los pies de Sus discípulos, Él los instruyó diciendo: «Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros» (Juan 13:14). Dios da poder y autoridad a los líderes, para que ellos puedan servir a otros.
No obstante, los líderes falsos, abusan del poder que tienen para explotar y sacar provecho para ellos mismos (Jud. 12). Son arrogantes y hablan cosas infladas, adulando a personas para sacar beneficio (Jud. 16). Se parecen a los pastores egotistas de los cuales Ezequiel habla. «¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia» (Ez. 34:2-4).
Cuando vea a un líder en su iglesia que busca la atención para él y a sus necesidades en vez de ocuparse de las necesidades de otros, sospeche. El verdadero líder es humilde y cree que otros son más importantes que él. El atiende de una forma especial a aquellos que son vulnerables, tales como el enfermo, el pobre, el oprimido y el perdido. Un buen pastor da su vida por la oveja (Juan 10:11).
2. Los falsos líderes tienen los ojos en el dinero; los verdaderos líderes tienen los ojos en el ministerio. Una de las formas indicadoras de que un maestro es falso cuando este enfoca en el dinero, en las cosas materiales, y enseña que la piedad es un medio para la prosperidad. Esta enseñanza falsa se ha dispersado aun cuando las Escrituras claramente nos advierten. Por ejemplo, el apóstol Pablo refiriéndose a la doctrina sana escribe, «…hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia...Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (vea 1 Timoteo 6:3-10).
Este mismo problema azotó al pueblo de Dios en los días del Antiguo Testamento. Jeremías, Miqueas e Isaías se lamentan por la conmovedora condición: «Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores» (Jr. 6:13); «Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero» (Mi. 3:11); «Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado» (Is. 56:11).
Jesús nos advierte diciendo: «Mirad, y guardaos de toda avaricia…» (Lc. 12:15). Tenemos que estar continuamente alerta a estos falsos maestros, porque ellos «tienen el corazón habituado a la codicia» (2 Pe. 2:14) «y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas» (2:3). Por seguro que ellos encubrirán la decepción usando (y empleando mal o torciendo) términos bíblicos, pero el final de todo es el dinero y los bienes materiales.
Consideremos este contraste con un real líder de Dios, el apóstol Pablo: «Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch. 20:33-35). Luego Pablo escribió «Pues no somos como muchos, que medran, falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios…» (2 Cor. 2:17). Los verdaderos líderes de Dios tienen que ser «libre del amor al dinero» (1 Tim. 3:3). «Teniendo sustento y abrigo estemos contentos con esto» (6:8). Esto es lo que Pablo añade al escribir a otro verdadero líder, el joven Timoteo.
3. Los falsos líderes enjalbegan el pecado; los verdaderos líderes predican sobre el arrepentimiento. Lo íntegro del mensaje del hombre que ha sido mandado por Dios, es el llamado al arrepentimiento del pecado. El ministerio del profeta Miqueas contrastaba a los de los falsos profetas y sacerdotes que vivieron en ese tiempo. Ellos odiaban lo bueno, amaban lo malo y guiaban mal al pueblo de Dios. Leemos: «Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado» (Mi. 3:8). En realidad, el Señor mandó a todos los profetas del Antiguo Testamento a predicar sobre el arrepentimiento: «Y envié a vosotros todos Mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles…» (Jr. 35:15).
El arrepentimiento es el foco, punto céntrico del mensaje y enseñanza del Nuevo Testamento. Juan el Bautista predicó sobre el arrepentimiento (Mt. 3:1-2), Jesús también predicó sobre el arrepentimiento (4:17), Pedro y Pablo hicieron lo mismo, predicar sobre el arrepentimiento (Hch. 2:38; 3:19; 26:20), y en las cartas a las siete iglesias, Jesús continúa enfatizando en la necesidad de arrepentirse (Ap. 2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19). Los verdaderos líderes de Dios no se quedan al borde u orilla del tema del pecado, sino que van directo al tema y llaman al arrepentimiento. Ellos amonestan, exhortan y animan a la gente para que dejen el pecado y se vuelvan a Dios.
No obstante, los falsos profetas y maestros diluyen la seriedad del pecado. El Señor se expresa de ellos en la siguiente manera: «Dicen atrevidamente a los que Me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros» (Jr. 23:17). Estos falsos profetas en vez de reprender el pecado, ellos animan «fortalecisteis las manos del impío, para que no se apartase de su mal camino, infundiéndole ánimo» (Ez. 13:22).
Falsos profetas y maestros están más preocupados en agradar a otros. Proponen la ayuda personal en vez de recalcar la necesidad de negarse a uno mismo y tomar su cruz y seguir a Cristo. Ellos no tratan al pecado en una forma seria, tampoco lo exponen, o explican lo que es este para así evitar el juicio. Ellos adulan a la gente y prometen los favores de Dios sin que haya arrepentimiento y obediencia.
4. Los falsos líderes abusan de la Palabra de Dios; los verdaderos líderes proclaman el completo consejo de Dios. Los verdaderos líderes no solo predican y enseñan el arrepentimiento, sino que también, ellos con toda fidelidad proclaman «todo el consejo de Dios» (Hch. 20:27). Ellos se dan cuenta de que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3:16). Ellos son diligentes en presentarse a Dios aprobados como obreros que no tienen de que avergonzarse, «que usan bien la palabra de verdad» (2:15). Ellos no predican, tampoco enseñan sus propias palabras; ellos tan solo usan la Palabra de Dios sin importarles cuanto de popular es o no es. Ellos exponen la Palabra de Dios plenamente y con poder. Ellos no siguen el antojo o caprichos de la teología popular, sino «que contienden ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Jud. 3).
Por otra parte, los falsos profetas y los falsos maestros difaman el camino de la verdad (2 Pe. 2:2). Ellos usan porciones de las Escritura para sus propios propósitos deformando y pervirtiendo la Palabra de Dios para el provecho de ellos mismos (Jr. 23:36; Gal. 1:7; 2 Pe. 3:16). Ellos «hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová» (Jr. 23:16), «profetizan de su propio corazón» y andan en pos «de su propio espíritu» (Ez. 13:2-3).
Sin lugar a dudas, los falsos maestros pueden ser muy engañosos y convencedores. Es por esto que el pueblo de Dios debe de estar alerta, debe poner todo el consejo de la Palabra de Dios en el corazón y también debe comparar las enseñanzas de hoy en día a la luz de la doctrina que ha sido pasada a través de las edades. Jesús nos advierte que muchos vendrán engañando. Tenemos que crecer en Cristo para que no seamos «llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error» (Ef. 4:14).
5. Los líderes falsos tienen una teología deformada de Cristo; los verdaderos líderes mantienen el foco en Cristo. La marca más notoria del falso profeta o falso maestro es la teología deformada acerca de la Persona y obra de Cristo. El apóstol Pedro nos advierte de que «habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató…» (2 Pe. 2:1). Judas describe a los falsos profetas que «niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo» (Jud. 4). De la misma manera el apóstol Pablo nos exhorta diciendo: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col. 2:8-9).
La teología concerniente a la Persona y obra de Cristo es por seguro de mucha importancia. En realidad, todo el enfoque del Nuevo Testamento es sobre Cristo, desde el principio de Mateo «El libro de la genealogía de Jesucristo…» (Mt. 1:1), hasta el final del Apocalipsis «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén» (Ap. 22:21). En las páginas restantes de la Palabra de Dios sobresalta el nacimiento virginal de Cristo, Su divinidad, Su poderoso ministerio, Su vida sin pecado, Su muerte sacrificial, Su resurrección, Su ascensión y sentarse a la derecha del Padre y Su promesa de Su Segunda Venida.
En la luz de esta verdad acerca de Cristo, no es sorprendente que los falsos profetas, falsos maestros y falsos grupos religiosos, tuerzan y deformen la visión de Cristo. El espíritu del anticristo está en acción en el mundo (1 Juan 4:3), y se opone a todo lo que Dios desea alcanzar a través de Cristo. Sospeche si una persona o grupo disminuye a la Persona y obra de Cristo, esto incluye el milagro de Su nacimiento, Su divinidad, Su muerte en la Cruz, Su resurrección y Su Segunda Venida.
Por otra parte, los verdaderos líderes mantienen la vista en Cristo, exaltando a Él en todo y sobre todo. Él es el centro de sus predicaciones y enseñanza (1 Cor. 1:23; Col. 1:28), la teología que practican está en harmonía con lo que enfatiza el Nuevo Testamento y la tradición de la primitiva iglesia, así como el apóstol Pablo declara: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús» (2 Cor. 4:5).
6. Los falsos líderes tienen sus caracteres impíos; los verdaderos líderes persisten en la piedad. Otra característica de los falsos líderes es el carácter impío. En los días del Antiguo Testamento, el Señor se lamentó por medio del profeta Jeremías: «Mi corazón está quebrantado dentro de mí…porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos…en los profetas de Jerusalén he visto torpezas, cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma…» (Jr. 23:9-14). El profeta Sofonías agrega más a esta actitud pecaminosa de los falsos líderes en Jerusalén «Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores, sus sacerdotes contaminaron el santuario…» (So. 3:4). Es una tragedia ver a la moral corrupta, maligna, mentirosa, inconsiderada y engañosa de los líderes. De estos salió la contaminación a toda la tierra (Jr. 23:15).
Lo mismo se vio en los días del Nuevo Testamento. Judas describe a los falsos líderes como «hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios…» (v. 4), «mancillan la carne, (y) rechazan la autoridad» (v. 8), «andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho» (v. 16). El apóstol Pedro también nota como estos hombres dan gusto a la carne, no obedecen a la autoridad, practican la mentira y viven en pecado (2 Pe. 2:10-14). Prometen libertad y «son ellos mismos esclavos de corrupción…» (2:19).
Tal impiedad y decepción puede ser encubierta con maquinación. Por ejemplo, Jesús habló de la impiedad de los líderes religiosos de Su tiempo. Él se dirigió a ellos diciendo: «…sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad» (Mt. 23:27-28). Por seguro que Jesús vio el disfraz y el deseo de llamar la atención a ellos mismos (Mt. 23:5-6; Lc. 20:46), y la falta de practicar lo que ellos predicaban o mandaban hacer (Mt. 23:3) y que tampoco eran justos, misericordiosos, y fieles (23:23).
En contraste con estos líderes impíos, el apóstol Pablo nos hace conocer que su exhortación no procedía «de error ni de impureza, ni fue por engaño» tampoco «para agradar a los hombres usando palabras lisonjeras…ni encubrió la avaricia» y que no buscó la gloria de los hombres (1 Tes. 2:3-6). Mejor, él se comportó en una forma «santa, justa e irreprensible» (2:10). Escribiendo a Timoteo le exhorta a ser un ejemplo «en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» (1 Tim. 4:12) y que mantenga en alto los requisitos para los piadoso lideres: «Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible…» (3:2-3). En otras palabras, el carácter del verdadero líder es consistente con la piedad y con la rectitud en cada aspecto de su vida. Por consiguiente, cuando haya señales de inconsistencia o impiedad en la vida de un líder, hay que tener cuidado.
7. Los falsos líderes producen malos frutos; Los verdaderos líderes producen buenos frutos. Una de las características del falso líder es que este produce malos frutos espirituales. El Señor Jesús enseña diciendo: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…» (Mt. 7:15-16). Por afuera ellos muestran ser inocentes, inocuos y mansos, pero tarde o temprano los frutos de sus ministerios demuestran que realmente no tienen interés en el bienestar de las ovejas. Ellos «son los que causan divisiones» (Jud. 19), pastores que destruyen y dispersan las ovejas del rebaño de Dios (Jr. 23:1), «lobos rapaces que no perdonan al rebaño de Dios…y arrastran tras sí a los discípulos» (Hch. 20:29-30). El apóstol Pablo nos advierte diciendo: «hermanos, fíjense (mantengan los ojos abiertos) en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos» (Rom. 16:17-18).
Lo opuesto a esto son los verdaderos líderes de Dios que Cristo da a la iglesia para equipar a los santos y para que lleguen a la unidad de la fe (Ef. 4:13). Ellos usan la autoridad que el Señor les da «para edificación, y no para destrucción» (2 Cor. 13:10). Ellos «no dan a nadie ninguna ocasión de tropiezo,» para que el ministerio de ellos no sea vituperado; antes bien, son recomendados en todo: «en mucha paciencia, en tribulaciones…en trabajos…en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en la palabra de verdad, en poder de Dios…» (leer Segundo Corintios 6:3-10). Con tal ministerio el evangelio produce frutos (Col. 1:6-7).
Esté siempre alerta
Debemos de estar muy agradecidos por nuestros líderes buenos, pues ellos velan por nuestras almas como quienes han de dar cuenta (Heb. 13:17). Al mismo tiempo tenemos que estar alerta al peligro de los falsos líderes en destruir al cuerpo de Cristo. El apóstol Pablo resalta el hecho de que «los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Tim. 3:13). Lo mismo el apóstol Pedro nos advierte de que muchos seguirán las disoluciones de los falsos maestros al extremo que el camino de la verdad será blasfemado.
Por esto, debemos de ser muy sabios y saber discernir para protegernos de los falsos líderes. Para ellos «están reservadas eternamente la oscuridad de las tinieblas» (Jud. 13). No osemos ponernos bajo la influencia de estos líderes, sino, debemos de vigilar que nadie nos engañe (Mt. 24:4).