Este Día Hago Al Señor Una Consagración Nueva De Todo Lo Mío
"Me sentía muy satisfecho de que Cristo hubiera provisto para mí y todos sus hijos, el permanecer en la plenitud de su amor sin ningún momento de interrupción.
"Deliberadamente resolví, mediante la ayuda de mi Redentor, y a cualquier sacrificio, de lograr y poseer esta vida de permanencia en Él" —A. B. Earle.
Fue dicho que el evangelista A. B. Earle, en la plenitud del Espíritu, predicó más frecuentemente que cualquier otro hombre que vivía en el mismo tiempo. En cincuenta años él recorrió 325.000 millas de los Estados Unidos y Canadá, predicó 19.780 veces, y 150.000 personas profesaron ser convertidos en sus reuniones.
Muchas veces él predicaba tres o cuatro veces al día. Usualmente celebraba cultos unidos, y frecuentemente diez, veinte y hasta treinta iglesias se unían en sus reuniones prolongadas.
En una ciudad, quince mil personas profesaron ser convertidos a Cristo como resultado de su labor; y durante un recorrido evangelístico de nueve meses de duración, más de cinco mil personas fueron agregadas a las iglesias donde él celebró sus reuniones.
El columnista de un periódico religioso, bien conocido en Gran Bretaña, dijo respecto al Sr. Earle:
"Su predicación no fue elocuente. Su modo de expresarse no fue más allá de lo ordinario. Su voz no tenía poder especial. Su figura larga y angular y su boca sin pasión estuvieron francamente en contra de él.
"Sus sermones parecían algunas veces como si hubiesen sido hechos treinta años atrás, antes de que predicaran, como lo hacen hoy en día, con declaraciones bien claras y resonantes acerca de la gracia gratuita, y con el nombre de Jesús en casi cada oración. Expresó sus propias emociones de una manera muy simple, y casi no se refirió a ellas.
"Su retórica fue a menudo poco favorable, y algunas veces aun su gramática. A la verdad, las palabras tentadoras de la sabiduría humana estaban ausentes en él.
"La primera vez que lo oí, me maravillé, preguntándome en cuanto a dónde residía el poder extraordinario de su evangelio; pero en tanto que lo escuchaba una y otra vez, no pude evitar darme cuenta como la congregación y mi propia alma con ellos, fuimos agarrados por el poder de Dios.
"Cuando predicó sobre el valor del alma del hombre, no recuerdo ni un solo pensamiento o ilustración que fuesen nuevos para mí; sin embargo, quedé inundado del reconocimiento de la infinita hermosura de cada hijo de Adán.
"Me encontré yo mismo, cuando despertaba a la mañana siguiente, llorando con tristeza y ansiedad por los pecadores perdidos. Ese día, en conversaciones privadas, dos almas hicieron profesión de fe.
"Mas sin embargo no había nada como el poder maravilloso que permitió a Massillion, en el siglo pasado, que una multitud se levantara inmediatamente de sus asientos en una agonía de terror mortal, ni como el llanto y el sollozo que se presentaron bajo el célebre sermón de Jonatán Edwards sobre ‘La eternidad’. Todo estaba calmado. Pero algunas cuarenta almas fueron bautizadas 2 ó 3 días después.
"Llegando al culto en perfecta libertad para seguir la dirección del Espíritu Santo, el predicador parecía tan sencillo y tan fácilmente guiado en cualquier dirección como el niño más pequeño del hogar.
"La congregación, que parecía tan maravillosamente conmovida por él, estaba en realidad controlada por el mismo Espíritu Santo que lo controlaba a él. Él simplemente buscaba y reconocía la dirección de Dios y caminaba en ella....
"No había formalidad en sus movimientos. A veces pedía a los que habían sentido convicción de pecado que pasaran al frente, a veces que se pusieran de pie, y a veces no les pedía nada. Todo era sencillo y natural; y la mera sencillez en sí, y lo inesperado del orden de los cultos, sorprendía a los pecadores y los dejaba indefensos".
Earle era bautista, pero estaba muy a favor de los cultos unidos para trabajo evangelístico. Él pensaba que uno de los más potentes factores para traer las almas a Cristo era que mirara la gente a los cristianos de diferentes denominaciones trabajando juntos en perfecta armonía.
Los cultos unidos eran tantos y tan grandes que él tenía el privilegio de trabajar con no menos de ocho mil ministros, en casi cada estado de los Estados Unidos, en tres de las provincias de Canadá, y en las Islas Británicas.
"Nunca he cobrado una cantidad especial por mis servicios de evangelista", dice él, "prefiriendo dejar a la gente que me dé, como una ofrenda de amor, solamente lo que ellos decidieran al concluir la série de cultos".
El hermano Earle era un fuerte creyente en la predicación de un castigo futuro. "He encontrado por larga experiencia", dice él, "que las amenazas más severas de la ley de Dios tienen un lugar muy prominente en traer a los hombres a Cristo. ¡Ellos deben mirarse a sí mismos como PERDIDOS, antes de clamar por misericordia!"
"Ellos no escaparán del peligro sino hasta que lo vean. Tengo mi razón para creer que un solo sermón que a menudo he predicado sobre "El pecado que no tiene perdón" (Marcos 3:29), ha sido la causa de más de veinte mil conversiones".
También dice, acerca de este sermón: "He sabido de veintenas venir a Cristo bajo un solo sermón sobre este tema una y otra vez… Los inicuos nunca escapan de ‘la ira venidera’ (Mateo 3:7), hasta que estén convencidos totalmente que existe esta ira".
El hermano Earle empezó a predicar en 1830, cuando tenía dieciocho años de edad, pero su más grande éxito fue después de que su propia experiencia cristiana se profundizó alrededor del año 1860. En su libro titulado "El descanso de la fe", él nos dice cómo su propia alma fue llevada al "descanso de la fe" y a disfrutar en las cosas profundas de Dios.
Hace como diez años", nos dice, "empecé a sentir un hambre indecible y un deseo por la plenitud del amor de Cristo. Muy a menudo tenía tiempos de gran gozo y paz en Cristo y en su servicio. Había traído muchas almas preciosas al rebaño de Cristo. Creo firmemente que en ese tiempo yo pertenecía a Cristo tanto como ahora, y que mi nombre estaba en el libro de la familia de Dios.
"Yo amaba el trabajo del ministerio, pero por mucho tiempo sentía una inquietud en mi interior, un vacío en mi alma que no había sido llenado. Tiempos de gran gozo serían reemplazados por tiempos de oscuridad y dudas. Si acaso tenía paz, temía que no iba a continuar; y no continuaba.
"Muchos cristianos ansiosos me venían, quejándose de lo mismo. ¿Cómo podía yo ayudarles en ese punto cuando yo mismo no sabía cómo estar bien? Les mostraba el capítulo séptimo del libro de Romanos, y ahí los dejaba, diciendo: ‘¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?’ (Romanos 7:24). Yo mismo estaba ahí, y creía que debía vivir y morir ahí.
En esta situación estaba expuesto a severas tentaciones y ataques del enemigo. Hacía fuertes y repetidas promesas de que sería fiel, pero no podía cumplirlas. Después buscaba y encontraba perdón de nuevo, y era feliz, y decía: ‘Oh, si pudiera disfrutar siempre de esta paz’. Sin embargo, dicha paz enseguida sería interrumpida por alguna palabra, o hecho, o distracción de corazón.
¡Insatisfecho!
"De este modo viví por muchos años: feliz ahora en mi experiencia cristiana, y luego infeliz; algunas veces dudando y temeroso, y otras veces descansando. Dios me dio éxito en ganar almas, y me concedió muchas horas de dulce comunión con mi Salvador, por las cuales estoy muy agradecido; sin embargo, aún estaba insatisfecho — yo deseaba un descanso y una paz ininterrumpidos.
"Muchas veces leía esas preciosas palabras dichas por nuestro Salvador: ‘Si permanecéis en Mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho’ (Juan 15:7). Deseaba y oraba estar ahí, pero no sabía el camino. ¡Oh, que alguien me hubiera enseñado en ese tiempo el camino de descansar en Cristo!
"Frecuentemente conocí a cristianos que decían tener perfección sin pecado: muchos de ellos eran, de seguro, mejor tipo de cristianos que los profesantes ordinarios, pero no me parecían perfectos. El descanso en Cristo, el cual yo anhelaba, todavía no fue hallado.
"Al fin sentí que la pregunta que tenía que contestar era ésta: ¿Puede un cristiano imperfecto descansar constante y dulcemente en un Salvador perfecto, sin condenación?
Permaneciendo
"Esto dio vueltas en mi mente por mucho tiempo. Leí las experiencias de aquellos que parecían vivir más cerca de Cristo. Busqué la luz en las Escrituras, y les pedí a aquellos que yo creía tenían poder con Dios, que orasen conmigo y por mí, para que fuese bien guiado en esta gran pregunta.
"Después de un tiempo, quedé satisfecho de que Cristo había provisto para mí y para todos sus hijos para permanecer en la plenitud de su amor sin un momento de interrupción.
"Habiendo resuelto esto, dije: ‘Yo necesito esto; lo anhelo; yo no puedo representar verdaderamente la religión sin ello, y Cristo es deshonrado por mí cada día que vivo sin ello’.
"Entonces con intención resolví, con la ayuda de mi Redentor, a obtenerlo a cualquier sacrificio, pero completamente oblivio de lo poco que me parecía a Cristo en esos días, y de lo mucho que necesitaría para traerme a tal semejanza.
Entera consagración
"Primero obtuve un libro en blanco, que llamé mi ‘Libro de consagración’, y lenta y solemnemente, de rodillas escribí en él la siguiente dedicación:
"‘Este día hago nuevamente una consagración de mi todo—todo mi ser—al Señor.
"‘Jesús, desde hoy me doy a ti para siempre; mi alma para ser lavada en tu sangre y preservada para el cielo finalmente; mi cuerpo entero para ser usado para tu gloria; mi boca para hablar por ti en todo tiempo; mis ojos par llorar por los pecadores perdidos, o ser usados en cualquier propósito para tu gloria; mis pies para llevarme donde tú desees que vaya.
"‘Mi corazón para sentir carga por las almas, o ser usado por ti en cualquier parte; mi intelecto para ser empleado en todo momento para tu causa y tu gloria. Te doy mi esposa y mis hijos, mis propiedades, todo lo que tengo, y todo lo que ha de ser mío. Te obedeceré a ti en todo deber conocido. —A. B. E.’
"Entonces pedí la gracia para capacitarme a cumplir con esta promesa, y que no tomara yo nada del altar. Pensé que, con esta consagración completa según mi entendimiento, pronto recibiría todo lo que mi corazón anhelaba; pero en esto estaba tristemente equivocado.
"Desde entonces me acerqué más a Cristo. Pero cuanto más empezó la luz a brillar en mi corazón, tanto más podía yo ver su perversidad (Jeremías 17:9).
"Encuentro en mi diario lo siguiente: ‘Boston, 22 de diciembre, 1859:
"‘Las últimas tres semanas han sido semanas de gran escrutinio de mi corazón. Nunca antes había examinado tanto mi corazón. Encuentro el orgullo, la envidia, la terquedad, mucha incredulidad, y un amor muy débil a mi Salvador.
"‘Sin embargo, he consagrado todo a Cristo, y no puedo retractarme de nada ante el altar. Oh, ¿puede un gusano tan vil ser como Cristo? Yo sé que es posible; y si puedo ser alguna vez como Él, ¿por qué no ahora — mientras que estoy donde pueda hacer el bien llevando a otros a Cristo?’
"Me sentía como un paciente que, aunque en las manos de un cirujano hábil, gime y se retuerce bajo el severo tratamiento que se le ha prescrito para poder salvar su vida. Sin embargo, mi oración constante era: ‘¡Haz tu obra en mí, Señor Jesús, haz todo lo necesario!’
Muchos días desalentadores siguieron a esta consagración y a estas examinaciones en mi corazón. Cada vez me consideraba más débil, inferior e inmerecedor.
"A veces mi gozo y paz eran casi rebosantes. Algunas veces sentí que había alcanzado el premio tan anhelado, mas se me mostró pecado oculto en mi corazón, el cual me humillaba grandemente y me angustiaba.
"Comprendía de lleno las palabras del hermano J. B. Taylor, quien dijo, mientras buscaba esta bendición: ‘A pesar de mi profesión de haberme crucificado al mundo, a la carne y al diablo, he tenido tristezas más agudas por mi pecado residente que antes de mi conversión.
"¡Oh, la angustia que he sentido por mi orgullo, envidia, amor al mundo y otras pasiones malas que se han levantado para turbar mi paz, y abrir separación entre Dios y mi alma!" ¡Cuántos han pasado por esto y aún más, en su lucha por el descanso permanente en Jesús!
"Un pecado que más me molestaba, y era el más difícil de vencer, fue mi fuerte voluntad, un deseo, y casi una determinación de "salirme con la mía;" y de esta manera, aun tocante a cosas pequeñas, o cualquier herida pequeña o mal entendido, hablaría sin pensar, y a veces severamente a aquellos que sabía eran mis amigos, diciendo: ‘Yo haré esto’ y ‘Yo haré aquello’.
Recibir gracia para vencer
"Vi claramente que tenía que vencer esto, si habría de ser un constante y útil cristiano. Puesto que yo no podía hacerlo a solas, se lo di a Jesús: Él podía darme la gracia para vencer esto. Pero descubrí que no le daba nada a Jesús, excepto mediante una fe pecaminosa. Mi fe era muy deficiente y débil: creer totalmente las promesas no fue fácil.
"Creía la teoría de la religión, pero que mi corazón captara la realidad, sin titubear, era más difícil.
"Sin embargo, descubrí que mi fe se ponía más fuerte, hasta que por fin creí exactamente lo que Dios decía en su Palabra. Encontré, como en una planta, primero la hoja de la fe, después la espiga, y luego el grano en la espiga (Marcos 4:28). No se podía obtener el descanso hasta que pudiera yo creer exactamente lo que Dios había dicho, y confiar completamente en Él.
"Sentía que debía de tener en mi corazón algo que aún no poseía. Antes de poder ser lleno del amor de Cristo, tenía que quedarme vacío de mí mismo. ¡Oh, el anhelo de mi corazón por lo que entonces creía, y ahora creo, de ser el dulce y constante descanso en Cristo! Creía que lo debía recibir, y pensé que estaba cerca.
"Pronto encontré más fácil el resistir a la tentación. Empecé a confiar más completamente en Cristo y en sus promesas.
"Con esta unión de fe, deseo y expectativa, comencé un culto en Cape Cod (Cabo Bacalao). Después de mi nueva dedicación a Dios, en compañía de otros, estaba a solas en mi cuarto, pidiendo la plenitud del amor de Cristo, cuando de repente, una dulce paz celestial llenó toda mi alma, y salieron toda ansiedad, el cansancio y el descontentamiento de mi pecho.
"Yo sentí y supe que estaba acepto completamente en Jesús. Una confianza calmada, sencilla y como de niño, tomó posesión de todo mi ser.
Profunda paz ininterrumpida
"¡Ahora, por primera vez en mi vida, yo sentí el descanso que es más que la paz! Yo había sentido antes la paz, pero tenía temor que no pudiera retenerla; ahora tenía la paz sin temor, lo que realmente se convirtió en descanso.
Este cambio ocurrió alrededor de las cinco, y aunque nunca antes me había sentido tan débil y pequeño, sin embargo el Señor Jesús ha sido mi todo desde entonces. No he experimentado ni una hora de duda consciente o de oscuridad desde ese tiempo. Un cielo de paz y descanso llena mi alma. Día y noche siento al Salvador junto a mí.
"Mi éxito en llevar almas a Jesús ha sido mucho más grande que antes…
"La tentación se presenta, pero su poder no me domina. Siento tener un Salvador presente en todo tiempo de necesidad; así que por varios años ya he seguido confiando, y Jesús me guarda".
Aprendemos de sus escritos, que el hermano Earle experimentó un poder espiritual maravilloso en sus cultos después de recibir esta experiencia. La presencia sensible del Espíritu Santo, a veces era tan fuerte que toda la audiencia rompía en llanto o expresaban sus sentimientos en sollozos o expresiones audibles de alabanza.
Los duros de corazón se maravillaban y eran vencidos por la presencia y poder de Dios, y muchas veces se entregaban a Dios en multitudes. En una ocasión el hermano Earle estaba tan cansado y agotado de orar por muchos que buscaban a Dios, que tuvo que dejarlos que orasen para encontrar ellos mismos el camino a Dios.
Muchas veces se podía oír a la gente orar hasta la medianoche en las calles y casas y campos y graneros, como resultado de sus cultos.
Dependencia total en el Espíritu Santo
El hermano Earle dependía totalmente del poder del Espíritu Santo para ganar almas para Cristo. Él dice: "He observado por casi cuarenta años que el secreto del éxito en promover avivamientos religiosos está en tener nuestros propios corazones llenos del Espíritu Santo".
"Sed llenos del Espíritu" (Efesios 5:18).
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…" (Hechos 1:8).
De nuevo, Earle dice: "Nada puede sustituir al verdadero poder de lo alto. Por lo mucho que estudiemos, usemos nuestros mejores talentos, o esforcemos descansadamente, nada puede tomar el lugar de la plenitud del amor de Cristo. ‘No con ejército, ni con fuerza (humana), sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos’ (Zacarías 4:6)".
Cuando el hermano Earle predicó sobre "El pecado imperdonable" en San Francisco, el poder de Dios era tan manifiesto que cerca de quinientas personas se levantaron pidiendo la oración. En un culto en Burlington, Vermont, cuando predicó sobre "El gozo de la salvación", alrededor de cincuenta ministros se arrodillaron ante el altar para hacer una rendición incondicional de todo su ser a Dios.
En su gran sermón sobre "El Gozo", el hermano Earle demuestra el poder de la vida que está llena "de gozo y del Espíritu Santo" (Hechos 13:52). Nos cuenta de una mujer que había sido cristiana por muchos años, y cuyo esposo crecía cada día más en su escepticismo. Pero unos días después de que ella fuera llenada de gozo y del Espíritu Santo, él vino a los cultos quebrantado, consciente de su pecado.
Dijo que su esposa había sido una cristiana profesante por muchos años, pero que él no había sentido atracción por la clase de religión que ella profesaba. No obstante, durante los últimos días, ella había sido tan dulce como un ángel en casa, que él no pudo continuar más así.
El hermano Earle creía que el gozo del Señor es el gran secreto para ganar almas. Creía que nada podría guiar pecadores a Cristo tan efectivamente como el encontrar el gozo de la salvación en los creyentes.
Él oraba con el salmista: "Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti" (Salmo 51:12-13).