«Dedicado a fortificar y animar al Cuerpo de Cristo.»

"A Fin De Que Nadie Se Jacte En Su Presencia"

(1 Corintios 1:29)

Por C. Nuzum

    Nuestra naturaleza humana se acobarda ante el sufrimiento. De lo que la carne quiere retirarse, por lo general, es lo que Dios usa para transformarnos a su imagen. Lo que causa sufrimiento en la carne, es más efectivo para destruir la vida y el poder de la carne. Dios dice: "Que nadie se jacte en su presencia" (1 Corintios 1:29), así que la carne debe caer y ser destruida.

    Pablo nos exhorta seguir adelante a la perfección (Hebreos 6:1), y dice que Cristo, nuestro capitán, fue perfeccionado por las aflicciones (Hebreos 2:10). Si era necesario que el Hijo santo de Dios pasara por aflicciones para llegar a la perfección, ¿puede Dios perfeccionarnos a nosotros sin éstas? ¿No estamos pidiendo cada día que Dios nos libre de todo lo que no le plazca, y nos perfeccione? Puede contestar esa oración sólo guiándonos mediante grandes sufrimientos.

El sufrimiento nos enseña la obediencia

    Si Cristo aprendió la obediencia a través de las cosas que sufrió, nuestra obediencia será perfeccionada sólo pasando por aflicciones similares. Dios ha prometido darnos vida eterna, enviarnos al Espíritu Santo, contestar nuestras oraciones y concedernos todas las cosas buenas, si le obedecemos. Nos ha llamado a tener comunión con su Hijo, y el elemento más grande en la vida de Jesús, es el sufrimiento. Pablo deseaba tanto tener una plena comunión con Cristo, que oró por "la participación de sus padecimientos" (Filipenses 3:10). Pablo y Juan se regocijaron de "haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta" por causa de Él (Hechos 5:41).

    Dios nos instruye para gozarnos en la tribulación (1 Pedro 4:13-19; Juan 16:33; Romanos 5:3). ¿Por qué?

    Primero: Es comunión con Cristo, y ése es el más grande honor que jamás se nos pueda conferir.

    Segundo: Nos perfecciona: "perfeccionase por aflicciones" (Hebreos 2:10).

    Tercero: Nos trae la gloria y la herencia: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados" (Romanos 8:6-17). Dos cosas importantes dependen de ese "Si es que padecemos"— una herencia junto con Cristo y una porción igual de la gloria con Él.

    No es de sorprenderse que Pablo oraba por la comunión de sus padecimientos, y él dice que nuestros sufrimientos son sólo "esta leve tribulación momentánea" (1 Corintios 4:17) (comparados con la eternidad), pero la herencia y la gloria siguen para siempre (Romanos 8:18).

    Cuarto: Nos capacita para servirle a Él: "Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (Hebreos 2:18). Cuando veo a alguien que ayuda mucho a otros, pienso:

    —Allí está uno que ha sufrido.

    En lo que he podido familiarizarme con la vida de los tales, siempre he descubierto que sí eran sufridos.

    Quinto: Nos trae poder. "Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22). Un reino es un lugar donde se ejerce el poder. Hemos sido escogidos para ser reyes para nuestro Dios (Apocalipsis 5:10), y es por medio de mucha tribulación que llegamos al lugar donde podemos usar el poder que Cristo nos ha dado sobre toda fuerza del enemigo (Lucas 10:19). Lo que nos hace buenos soldados de la cruz no es la teoría, sino la mucha práctica contra el enemigo cada vez que nos asalte.

    Sexto: Nos hace pacientes. "Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna" (Santiago 1:4). ¿Hay un cuadro más bello que éste en la Biblia? "Completa". "Perfectos". "Cabales". "Sin que os falte cosa alguna"— no falta ninguna cosa que Dios desea ver en nosotros.

    ¿No te produce hambre en el corazón? ¿Cómo lo lograremos? "Tribulación" viene de la palabra latina "tribulum", un instrumento usado para golpear, aporrear y trillar el trigo hasta que se separara de la barcia que estrechamente lo envolvía. Hay trigo bueno que crece, perfecto y maduro, pero la barcia se le adhiere, escondiendo su belleza, y ocultándonos su rico sabor. En los días antiguos lo trillaban con el "tribulum" hasta que quedara descubierto y separado.

Los granos de trigo (Isaías 28:28)

    "Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará" (Lucas 3:17). Oh, amado, cuánta "barcia" hay todavía sobre nosotros, escondiendo la vida de Cristo que mora dentro de nosotros e impidiéndonos alimentar al mundo hambriento. Cuando estaba creciendo, el trigo necesitaba la barcia, pero en la madurez, es un estorbo.

    Así que en nuestra vida natural, antes de recibir a Jesucristo en el corazón, las cosas que necesitábamos para la vida en la carne, ahora oscurecen la vida de Cristo que vive dentro de nosotros. Dios permite que la gente y las cosas alrededor nuestro sean los "tribulumes" para golpear y aporrearnos hasta que estemos separados— desatados —de todo lo que nos impida ser lo mejor para Dios.

    Dios dice, "Mas tenga la paciencia", como si fuera posible que nosotros tengamos la habilidad para estorbar o para permitir su proceso de perfeccionamiento. Si decimos que las pruebas son muy difíciles, y le pedimos al Señor que las detenga, puede ser que lo haga. Él, en su ira, concedió a los israelitas un rey, porque lo pidieron y no estaban rendidos al plan que Dios tenía para ellos.

Gloriándose en las tribulaciones

    Si "nos gloriamos en las tribulaciones" (Romanos 5:3) y damos gracias y alabanza a Dios por el amor y la solicitud que produce que Él permita estas cosas para perfeccionarnos, seremos hechos en lo que Él se deleita. "Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él" (Filipenses 1:29).

    Reconocemos la necesidad de la fe y pedimos a Dios que la aumente. Pero fíjate, Él nos da tanto el sufrimiento como la fe. Ambos son necesarios. Necesitamos tanto el uno como la otra. ¿Pediremos cada día más sufrimiento? Pablo lo hizo. Pedro y Juan se regocijaron cuando llegó.

    Aquellos que conocen griego, dicen que en el sentido original, parece que Cristo pidió al Padre, como un favor especial para sí mismo, que permitiera sufrimiento a su pueblo. ¿Por qué? "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo" (Juan 17:24). La Biblia habla de sus angustias en la cruz y añade, "Por lo cual" (por causa de sus sufrimientos) "Dios también le exaltó hasta lo sumo" (Filipenses 2:9).

    Jesucristo está sentado en un trono más elevado que el de cualquier otro ser, a causa de lo que sufrió, y Él desea que nosotros estemos sentados con Él. Este lugar elevado le fue conferido a Jesucristo como resultado de su gran sufrimiento, y nada fuera de ese camino nos guiará hasta allí. Si rehusamos el sufrimiento, perderemos el derecho al trono. "Si sufrimos, también reinaremos con Él" (2 Timoteo 2:12).

    Deleitémonos en las oportunidades de sufrir con Él, gloriándonos y, por medio de esas oportunidades, subiremos a sentarnos con nuestro Señor exaltado. ¡Aleluya!

    El sufrimiento y la gracia para aguantarlo, llegan juntos. ¡Seamos victoriosos!