El Gozo Que Acompaña El Sacrificio
Por Rich Carmicheal
«Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo» (Heb. 12:1-3).
Según Hebreos 12:1-3, la razón por la cual Jesús sufrió la cruz fue por el gozo que Le esperaba. ¿Se ha imaginado usted una vez en que pudiera haber consistido este gozo? En parte debería haber sido la satisfacción que sintió Jesús sabiendo que había completado fielmente la obra que Su Padre a Él le había asignado. La noche antes de Su muerte Jesús pudo afirmar en oración, «Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame en Tu presencia con la gloria que Tuve contigo antes de que el mundo existiera» (Juan 17:4-5). Y en la cruz, Él le pudo decir al Padre en obediencia y entrega completa, «Todo se ha cumplido» (Juan 19:30). Aun en el medio de sufrimiento tremendo, Jesús sintió la satisfacción gozosa de haber llevado a cabo la voluntad de Su Padre con todo fieldad al pie de la letra.
Yo creo que otro aspecto del gozo que le esperaba a Jesús fue la felicidad de saber que la salvación le llegaría a tanta gente por Su Gran Sacrificio. Él sabía que Su muerte haría posible el perdón de pecados. Él sabía que a través de Su Sangre Él estaba comprando «gente de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Ap. 5:9). ¡Qué gozo estaba puesto delante de Él! Por el sacrificio de Su vida, Jesús eternamente trajo bendiciones a las vidas de multitudes de personas.
¿Fue fácil el sacrificio? Por supuesto que no. En la noche antes de Su crucifixión Jesús «empezó a sentir temor y tristeza» (Mc. 14:33). Él les dijo a Sus discípulos que Su alma estaba «tan angustiada que me invade que me siento morir» (Mc. 14:34). Entonces Él dejó a Sus discípulos y oró, «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla Mi voluntad, sino la Tuya» (Lc 22:42). Y «Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y Su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra» (Lc. 22:44). El sacrificio que Jesús hizo en realidad fue inmensamente difícil. El Tuvo que «sufrir» la cruz. Pero, Él lo hizo porque abrazaba el gozo del conocimiento que Su muerte significaría la vida eterna para multitudes de gentes.
El que escribe Hebreos nos anima a considerar el ejemplo de Jesús para que «no se cansen ni pierdan el ánimo» (Heb. 12:3). Nosotros necesitamos mantenernos siempre pensando en el gozo que nos espera a nosotros. Podemos anticipar el día cuando podamos disfrutar la tremenda satisfacción de saber que hemos completado con fieldad y exactitud la obra que el Señor nos ha asignado. En las palabras que el Apóstol Pablo nos escribió al final de su vida podemos sentir un ejemplo de la anticipación llena de gozo que crece como resultado de un servicio fiel: «Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida» (2 Tim. 4:6-8). Como Jesús y el Apóstol Pablo, podemos conocer y entender el gozo que viene con la terminación de un trabajo completado fielmente y totalmente como el Señor nos ha designado. ¡Qué gran alegría será la nuestra cuando oigamos a nuestro Señor decirnos, «Bien hecho, buen y fiel siervo»!
Junto con el gozo que vivimos mientras fielmente sirvamos al Señor, podemos sentir el pleno gozo que se desarrolla cuando nos demos cuenta de la diferencia eterna que estamos haciendo para las vidas de otros. El Apóstol Pablo reveló esta clase de gozo cuando les escribió a los en Tesalónica, «En resumidas cuentas, ¿cuál es nuestra esperanza, alegría o motivo de orgullo delante de nuestro Señor Jesús para cuando Él venga? ¿Quién más sino ustedes? Sí, ustedes son nuestro orgullo y alegría» (1 Tes. 2:19-20). Los Tesalonicenses fueron su «gloria y gozo.» El sabía que había sido un elemento principal en su relación con el Señor. Y entonces nosotros también podemos ser instrumentos del Señor para servir y para bendecir a otros. Y como eso lo hacemos, las vidas de muchas personas llegan a ser una parte de la felicidad que el Señor nos regala ahora y por toda la eternidad.
Mirando a todas estas verdades, yo quiero darle a usted un desafío, que agarren sus cruces y sigan a Jesús. Entréguense totalmente a la voluntad de nuestro Señor. Cométanse con todo corazón al trabajo con que Él les ha confiado. Como escribe el Apóstol Pablo, «Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Cor. 15:58). Su trabajo para el Señor se extiende mucho más lejos que la edad en que vivimos – llega a un futuro indefinido. Su trabajo para el Señor impresiona y afecta a las vidas de mucha gente por toda la eternidad. Devótense a servir a otros. En el proceso tienen que morir a si mismo, pero descubrirán un gozo imposible de describir.