Dios En La Obra En Colombia
Por Jeannine Brabon
Editado y abreviado de un mensaje dado en la Conferencia del Llamado del Corazón para Avivamiento, abril 2006, en The Cove, Asheville, North Carolina U.S.A.
La gente me pregunta, «¿Cómo en el mundo te involucraste en un ministerio con presos en Colombia?»
Mi cuento comienza en 1946 cuando llegaron mis padres misioneros en Medellín, Colombia, después de haber asistido al Seminario Teológico de Asbury. Nací inmediatamente después de La Violencia, un tiempo en Colombia de guerra civil que no era declarado durante la cual se mataron trescientas mil personas. Esto se hizo mayormente con machetes, los cuchillos grandes. Recuerdo a los estudiantes regresando de lugares de ministerio con sus cabezas partidas por los machetes. El libro de Hechos no era de historia antigua. Era lo que vivíamos en Colombia, pero Dios no malgasta ninguna de nuestras experiencias. Mis padres nunca nos aislaron de una iglesia sufriendo. De hecho, regresamos a estas áreas. Siendo niños, nos tocaba ir con la mamita o el papito a las areas rurales donde lo peor de la violencia brotaba. Le agradezco a Dios por aquél. Le agradezco a Dios por lo que Él me ha confiado.
Cuando yo tenía diez años, puedo recordar estando parada delante de la ventana grande que daba para mirar desde arriba a la ciudad de Medellín y preguntando a mi mamá, «¿Por qué nunca se enfadan los adultos?» Su único comentario fue, «Es el Espíritu Santo.» De alguna manera, comencé un trayecto. ¿Cómo puedo tener la plenitud, la vida que Jesús me tiene?
El año siguiente Dios me llamó a ser misionera, y respondí. Dije, «Sí.» Pero lloré y pensé, «No soy valiente lo suficiente para ser misionera. Señor, tengo miedo de testificar.» Estábamos en los Estados Unidos ese año visitando a varias iglesias. La hambre de mi corazón era, «¿Dios, cómo puedo servirte? ¿Cómo puedo hacerlo?»
De regreso a Colombia, a la edad de doce años, me arrodillé al lado de mi cama y dije otra vez, «Señor, tengo miedo de testificar. Tengo un temperamento y quiero que tengas control completo de mi vida. No sé que se requiere, Señor, pero no quiero ser cristiana de tipo yo-yo.»
El próximo día cuando me levanté, la primera cosa que se me vino fue leer la Palabra. Comenzó a ser precedente durante todos mis años en la escuela. La cosa más importante era mi tiempo a solas con Jesús. Por primera vez, me di cuenta que yo tenía un poder que no estaba dentro de mi propio ser, un poder que el Espíritu Santo me dio. Me empoderó a evangelizar y a testificar. Nunca escribiría yo una carta ni intentaría de ver a alguien sin hablarle a él o a ella de Jesús.
Cuando me fui al colegio pensionado, Dios me rompió el corazón y me mostró una manera en que yo podría estar envuelta en misiones por la oración. Entré en una escuela de obediencia por obedecer a Jesús, haciendo cualquier cosa que Jesús me pidiera. La oración llegó a ser central en mi vida. Comencé a orar a todas horas. Comencé a orar por el mundo. Cuando fui a la Universidad Asbury, siguió el mismo precedente. El Señor me desafió a orar para el avivamiento. La oración era esencial. No podríamos tener a Dios moviendo en nuestro medio sin ella. En Asbury entramos en siete días de avivamiento inmitigado en 1970. No vives de la misma manera después de haber estado envuelto en un movimiento principal de Dios. Viendo a Dios obrar de esta manera maravillosa, sabes que nada es imposible para Dios.
Condiciones en Colombia
Hace muchos años, Terry Madison, quien era uno de los presidentes de Open Doors [Puertas Abiertas], escribió una descripción en su diario mientras se iba de Suramérica que no es solo cierto del pasado, pero de hoy: «He estado en un viaje ida y vuelta al infierno. Parecía el paraíso. Por más de cien años este país engañosamente lindo ha estado en guerra con sí mismo. Palabras utilizadas para describir lo que vi tienden al lado oscuro: violente, sin escrúpulos, tortura, malvado, muerte, y maldad consumada. Y fundamental a toda esta matanza es la maldad consumidora del comercio de droga, lo cual no solo sigue para destruir a las vidas y corrumpir a todos niveles de la sociedad en Colombia, sino que también arroja su maldad por todo el mundo tan cerca como nuestras propias comunidades. En el medio de este oscuro caos violento existe la iglesia, expresiones locales del cuerpo de Cristo, apareciendo como faros luminosos en la noche más oscura que puedes imaginar. La iglesia perseguida. La iglesia triunfante. Tienes que ser llamado y ser valiente para estar en las primeras líneas de batalla de la obra cristiana en Colombia. Más de trescientas iglesias han sido incendiadas o bombardeadas durante los últimos dos años; más de cincuenta pastores han sido matados brutalmente. En los últimos diez años han habido más de cien pastores evangélicos y líderes asesinados. Como dijo un obrero cristiano, ‘Colombia está sangrando y mucha de esa sangre es aquella de los cristianos rurales y pastores que han tomado seriamente las palabras de nuestro Señor Jesucristo en Mateo 16:25, «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará.’»
Cuando regresé a Colombia en 1986 para enseñar el hebreo bíblico en el Seminario Bíblico, Colombia estaba en el comienzo de una guerra principal de droga entre el cartel de Cali y el cartel de Medellín. El país entero ya estaba involucrado en guerra brutal. Comencé a preguntar a Dios, «¿Qué quieres que haga yo aquí?» Aquí estaba yo enseñando, pero yo no quería vivir en una torre de marfil. No podia mostrarme indiferente a lo que había pasado en el país de mi nacimiento. Me crié en la ciudad de la primavera eternal, la ciudad que era la capital mundial de la orquídea. Pero el día que regresé a Medellín, la cultura de la droga, la cultura de la muerte reinaba. Matar era un estilo de vida.
Pero en el medio de condiciones horrendas, Dios obraba. Sin que supiera yo, en una prisión que experimentaba treinta a sesenta muertes violentas mensualmente, ahora había pasado un año sin ninguna muerte. Esto lo vi en los titulares de El Colombiano, un periódico secular principal. Para nosotros los evangélicos, parecía increíble tener esta cobertura de prensa. Dio un testimonio poderoso de estos jóvenes que habían llegado a conocer a Jesucristo como su Salvador. Yo quería una copia de esto porque era absolutamente increíble.
Hablé con una de mís alumnos cuyo marido trabajaba allí. Oscar no tenía educación ninguna, pero Dios lo usaba. El próximo día él vino con el artículo del periódico y me invitó que fuera a la prisión. Yo estaba en las vacaciones entre semestres entonces no tenía ninguna excusa buena para decir que no. Fue como que el Señor me hubiera dicho, «¡Vete!» Yo no tenía ningunas ideas preconcebidas. No sabía yo en que me estaba metiendo, pero cuando estábamos en camino a la prisión Oscar me preguntó, «Jeannine, ¿predicarás?» Él estaba al punto de agotarse… cansándose…cansándose…cansándose. Dije, «Claro, predicaré. ¿Quién será nuestro público?» Me dijo que la mayoría de los hombres estaba por el homicidio. Eran sicarios.
Dios no nos ha dado un espíritu de miedo, sino de amor (2 Tim. 1:7). El motivo básico de mi ida a la prisión era Jesús y Su amor. El amor de Cristo me obliga. Me encanta el ministerio que Dios me ha confiado. No hay otra explicación menos Dios mismo. A Dios le encanta hacer lo imposible y lo menos posible, para que ningún hombre pueda gloriarse.
Aquí estaba yo, una mujer entrando en una institución de todos hombres. Pero Jesús dijo, «Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo» (Juan 12:32). Aquel día ocupé el primer pasaje que se me vino. Estaba en 2 Samuel 9 sobre David y Mefiboset, quien era el nieto de Saúl, el enemigo mortal de David. Describí a David como todopoderoso, y la tendencia normal para tal persona era de borrar a sus enemigos. Aquí yo me paraba delante de hombres que hicieron exactamente lo mismo. Continué, «Pero David no lo hizo. Recibió a Mefiboset y lo restauró a su lugar debido en la mesa del Rey.»
Cuando acabé de explicar aquel pasaje, el pastor laico dio una invitación. Vi a veinte jóvenes pararse de pie con lágrimas cayendo por sus caras. Dijeron, «Sí, deseamos a Jesús.»
Uno de los jóvenes se me acercó. Yo había leído su historia en el periódico. Él tenía una oficina desde lo cual prestaba sicarios. Dijo, «Jeannine, ¿me puedes enseñar? Quiero entender como vivir por el poder del Espíritu Santo. Quiero tener una vida de oración más efectiva.» Éste era el hombre, quien en un encargo de matar a alguien, usaría veinte mil dólares dependiendo en quien fuera. Pero aquí nuestro hermano fue transformado por el poder de Cristo, Dios lo había dado vuelta.
Dios me puso en el corazón la idea de comenzar una escuela bíblica de entrenamiento dentro de la prisión Bellavista. Dije, «Señor, los docentes del Seminario van a pensar que estoy loca. Van a reírse de mí cuando se lo cuento.» Por seguro, lo hicieron. Me dijeron, «Jeannine, aquella es la prisión más peligrosa en toda Latinoamérica. Esos hombres son matones, líderes en el crimen.» Dije, «Sí y pueden llegar a ser creyentes, líderes en la iglesia de Jesucristo.» En ese momento del tiempo, Dios había obrado en esta prisión. Había más de trescientos hombres que habían conocido a Cristo. Había un movimiento de avivamiento y como ocurre típicamente cuando Dios obra, a veces la gente quiere aferrarse a un poquito de gloria. No era una situación fácil en la que entré. Pero en la oración, la oración prevalente, dije, «Dios, tiene que ser Tú.» Yo no sabía nada del ministerio con los presos. Empecé a relacionarme con Prison Fellowship [Confraternidad de la Prisión] en Bogotá. Hoy, estoy asociada con Prison Fellowship en Medellín y nacionalmente también. Dios está obrando de una manera increíble en la noche más oscura que pudieras imaginar. La gente no sabe qué hacer con Colombia. Los hombres temen a Colombia. Sin embargo, la gloria de Dios se está revelando. .
En Canadá, yo había compartido esta historia, y un canadiense se me acercó preguntando, «¿Vas a regresar a Colombia mañana?» Contesté, «Bueno, sí.» Dijo, «Podrías morir.» Dije, «Sí, es verdad. Pero ves, cuando tenía once años me morí a mí mismo. Me morí a mis deseos, a mis metas y a lo que yo quería. Mi deseo era Jesús. Dondequiera que me ponga Dios, allá quiero estar porque sé que no hay ninguna situación en la cual Dios me pondrá donde Él no esté en control.» Han venido a raptarme. Hace dos años y medio vivo bajo amenazas de muerte. He sido sentenciada a la muerte por los guerrilleros. La seguridad no es la ausencia del peligro. Es la presencia de Jesús. Dios utiliza cada experiencia que tenemos, y especialmente en Colombia. He encontrado que Dios utiliza estas experiencias en una manera redentiva.
El testimonio de Alex
Alex, un cristiano joven, era el líder del grupo juvenil en su iglesia. Los guerrilleros habían asesinado a su padre. Su familia perdió todo. Le preguntó a Dios qué quería que hiciera. Alex encontró un trabajo en una plantación de banana. Él era del norte de Colombia de donde se exportaban las bananas por todo el mundo. La atmósfera en la plantación donde trabajaba era muy hóstil, y aun Alex tenía un compromiso con Jesucristo. Compartió su fe libremente con todos sus compañeros del trabajo.
Un día, Alex iba al trabajo a las cinco de la mañana. Su moto no funcionaba entonces caminó los veinte minutos para llegar al bus. Usualmente tenía unos pocos momentos con el Señor leyendo la Escritura, pero aquel día mientras caminaba comenzó a interceder. Dijo, «Espíritu Santo, me puedes usar de la manera que quieras.» Se subió al bus y anduvo alrededor de una milla. El bus se frenó de repente. Hombres en uniforme los rodearon. No era el ejército. Era las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), uno de los grupos guerrilleros más fuertes en Colombia, y seis de ellos se subieron al bus. Forzaron el bus para que fuera por un camino de tierra secundario. A los pasajeros se les obligó bajarse del bus. Los guerrilleros empezaron a atarlos con cuerda de nilón cuerpo a cuerpo. Alex comenzó a cantar. Cantó una canción de la protección de Dios, pero eso no le dio tanto consuelo como cantar….Tu fieldad, O Dios, es grande. No hay otro como Tú Dios. Eres incomparable. Grande es tu fieldad.
Lo tiraron abajo al suelo. Todavía estaba mojado con el rocío de la mañana. El disparo de la ametralladora comenzó, y Alez sintió la sangre desparramada por todo su cuerpo. Era la sangre tibia de las dos mujeres que estaban a cada lado de él. Él pensaba en cuando le tocaría a él. Al levantar su cabeza, una bala entró en la base debajo del ojo izquierdo. Se le rebotó y salió del lado derecho de su cara. Dolor caliente y penetrante lo envolvió. Mientras se postraba allí, Alex escuchó a los guerrilleros decir, «Lo matemos con el machete.» Ya no pudo ver más. Estaba ciego. Se estaba ahogando en su propia sangre. Levantó su voz y dijo, «Jesús los ama. Yo también.» No le permitieron terminar. Una bota cayó encima su mandíbula y la fragmentó. Lo pegaron con el machete. Sintió la presencia calurosa de Jesús. No tenía miedo. «El amor perfecto echa fuera el temor» (1 Juan 4:18). Percibió que le decía el Espíritu Santo, «Alex, no vas a morir. Vas a vivir para la alabanza de Mi gloria.» Entonces Alex se hizo el muerto. Se envolvió en un silencio mortal. Era el único sobreviviente de veintisiete.
Dos años después, Alex vino a una clase que yo enseñaba en el Seminario sobre «La teología del sufrimiento,» un curso de cómo Dios utiliza el sufrimiento en nuestras vidas en una manera redentiva. Se paró delante de nosotros y contó la historia que acabo de contarles y luego dijo, «Dios es bueno. Dios es el dueño de nuestras vidas. Reconozco a Dios como un Dios santo, y Él puede hacer cualquier cosa que disponga en mi vida. Sus propósitos son santos. Cuando miro fijamente a la santidad de Dios, veo cuanto más necesito morir a mí mismo para ser Suyo eternamente. Jesús desea que yo sea Suyo y solamente Suyo. Si Dios desea comunicar el mensaje de la cruz por medio de mi vida, ¿quién soy yo para negarle la manera de que desea hacerlo? Dios es santo. No debo buscar mi propio bienestar y placer. Jesús es el único a quien debo buscar. Él es el deseo supremo de mi vida. La cosa más importante es que se salve la gente eternamente.»
Alex es un joven ordinario con un compromiso extraordinario. ¿Acaso no es aquél lo que Jesús nos dio, la comisión de proclamar el mensaje de la reconciliación? No lo podemos hacer dentro de y por medio de nosotros mismos. En Juan 20, Jesús apareció cuando los discípulos estaban destrozados al punto de sentirse totalmente desamparados, y aun Él les dijo, «Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes» (Juan 20:21). Jesús lo dio todo. Eso es lo que nos pide a nosotros. Quiere que nosotros demos de todo. Alex quería dar todo. Sin importar el hecho que estaba ciego y limitado, le desafié cuando contó su historia para que viniera a estudiar al seminario. Entonces comenzó Alex. Cada estudiante en el seminario tiene que hacer un trabajo práctico. ¿Sabes dónde quería hacer su trabajo práctico Alex? Fue a la prisión.
El primer día se paró delante de los jóvenes prisioneros, sin saber que algunos de ellos eran guerrilleros que habían estado en el masacre y habían participado en el asesinato de todas esas personas. Alex dijo, «En Calvario, Jesús me perdonó. Yo también los perdono.» Y sin saber que los guerrilleros estaban presentes dijo, «Las personas que me hicieron esto eran ignorantes. No habían conocido ni habían sido tocados por la vida de Jesús.»
Dios utiliza estas experiencias en una manera redentiva mucho más allá de lo que yo pudiera imaginar. En Colombia donde reina la muerte, veo que la muerte ha sido devorada por la victoria. El apóstol Pablo dice, «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (1 Cor. 15:55-57).
En los últimos quince años, han habido solo trece homicidios en una de las prisiones más sobrepobladas de Colombia. La prisión fue hecha para mil quinientos, y hay seis mil encarcelados. Los hombres duermen en los baños. Los pasillos están abarrotados. Es cuerpo a cuerpo. Sin embargo ¿cómo puede existir la paz allí adentro?
Un oficial de la prisión me ha contado que debo estar por la mañana. La primera cosa cuando se levantan los hombres, los pasillos reverberan con la alabanza de los cantos de los prisioneros. El gozo del Señor es poderoso. Se levantan temprano. Tienen su tiempo de meditación a sólos. Se reúnen juntos. Hay un tiempo de acontabilidad dos veces al día en sus aulas. Se les encierran a las cuatro de la tarde.
Los prisioneros conocen el poder de la oración, la oración prevalente. La oración – una reunión de toda la noche es lo normal. El ayuno. No piensas en estar en este tipo de ministerio sin el ayuno. Es esencial.
Tenemos alrededor de quinientos que están detrás de las rejas hoy. Los encarcelados de Bellavista han sido transferidos por todo el país a más de veinte penitenciarías. Vas a cualquier penitenciaría, y hay alrededor de doscientos creyentes, hasta cuatrocientos creyentes. Los encarcelados saben llevar a las personas a la salvación. Siempre testifican a alguien. Siempre entrenan a alguien para tomar su lugar por si lo transfieran o por si los dejen libre. Dios mueve. Dios quiere que el Evangelio se desperrame por todas partes. Veo a Dios obrar mucho más allá de lo que yo pudiera imaginar.
Tenemos cinco jóvenes que fueron transferidos, y no tenían ninguna Bíblia. Uno de los jóvenes se lo sentía mucho por sí mismo, pero comenzó a compartir su fe. Comenzó por compartir lo que Cristo había hecho para él. Dentro de esa primera semana, tenía diez hombres, prisioneros compañeros quienes habían conocido a Cristo. Para el tiempo que nos tomó de conseguir permiso para entrar en esa penitenciaría, ya había doscientos creyentes. Estaban discipulando a los encarcelados en la doctrina básica sin ninguna Bíblia.
En Colombia, hemos tenido más de cuatrocientos cincuenta hombres quienes han pasado por la escuela bíblica de entrenamiento. Hoy tenemos probablemente más de cuarenta jóvenes que son evangelistas por tiempo completo o pastores. Seis de ellos han sido ordenados en el ministerio y están trabajando, sirviendo al Señor por tiempo completo. Esto es lo que está haciendo Dios. Estira Su mano hasta llegar a lo peor de la sociedad. Uno de los encarcelados ha dicho, «Jesús, el Rey Jesús encuentra oro en la basura de la sociedad.» Saben que no tienen valor, pero Jesucristo es Aquél que les dio valor. ¡Es impresionante!
Le agradezco a Dios por ponerme en Colombia y por lo que he visto y lo que estoy viendo en cuanto Dios obra según la redención para edificar a Su Reino. Creo que Dios va a dar vuelta a este país por medio de lo más malvado, como dirían los hombres, para la alabanza de Su gloria.
Heraldo de Su Venida se junta a la historia
Durante los últimos seis meses copias extras de Heraldo de Su Venida han sido pedidos por fe en cuanto pedimos a Dios por medio de la oración que expandiera Su ministerio entre los hispanohablantes.
Mientras estábamos en la conferencia Llamado del Corazón para Avivamiento, imagínate nuestro placer en leer una nota de Jeannine Brabon al revés de nuestra hoja para inscribirse personas con sus direcciones para recibir correspondencia nuestra. Ella escribió, «Facilmente podemos utilizar eficientemente 5,000 – 10,000 copias de Heraldo de Su Venida. Además compartiremos con iglesias.»
La semana después de la conferencia una nota llegó por correo de una hermana en Cristo que decía, «Incluido hay un cheque para cubrir los gastos de imprimir y el correo para mandar los periódicos pedidos en la conferencia Llamado del Corazón por Jeannine Brabon.» ¡El cheque incluido era de $1,000!
¡Dios se mueve! Nos regocijamos y Le damos la gloria por permitirnos este privilegio de ser parte de Su obra en cuanto 6,000 copias de Heraldo de Su Venida ya están en camino para Medellín, Colombia. ¡Qué poderoso Dios al que servimos!