Consumido Por La Causa De Cristo
Por R. E. Lacy
El Espíritu de Dios es capaz abundantamente de entregarle la vida necesaria y la fe y la fortaleza del alma a la fibra espiritual del hombre o de la mujer a quien Él ha llamado y a quien Él ha enviado. El amor perfecto echa fuera el miedo egoísta y carnal que nos mantendría, como discípulos profesados de Jesús, salvos en el muelle mientras allá lejos se hunde un hombre. En el Día del Juicio, «Yo tenía miedo» será una excusa pobre, especialmente tal cuando Dios, por la causa de Jesús, podría haber vertido gracia suficiente en el alma de uno para hacerlo tan valiente como un león.
El Maestro nos dice hoy, «¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos» (Lucas 10:3). ¿Permitiremos – nos atrevemos – que los lobos nos prevengan de hacer la voluntad de Dios, de ponerse entre nosotros y las ovejas perdidas? ¿Debemos esperar que no hayan adversarios, que no hayan peligros, y que no hayan ni tormentas para aguantar ni riesgos para correr? ¡Jamás!
A un pastor de una iglesia clandestina quien fue llevado en custodia por la policía se le preguntó burlándose por qué recibían en su medio a forasteros que podrían ser espías que los delatarían. El pastor respondió, «Sabemos el riesgo. Pero sentimos que nuestra responsabilidad de compartir el Evangelio con otros es más importante que nuestra seguridad propia.»
Qué oportuno este mensaje para la era presente Laodiceana de ser tibia, indiferente, egoísta, interesado en sí mismo, y sin fe. Al que por miedo de perder su propia vida no «tira la salvavida» a «las almas fallecientes y compradas por la sangre» le está faltando terriblemente o la visión, o la fe o la vida misma. Dios puede guardar al que está decidido llevar a cabo el evangelismo según la escritura.
– Excerptado de The Immanuel Herald.