La Conquista De La Mente
Por Alicia H. Hamblin
En uno de sus mensajes, Canon Howitt habló sobre muchos cristianos que necesitaban una «regeneración» de la mente. Son hijos de Dios, nacidos de nuevo, pero sus mentes han quedado en una condición, no regenerada, o sea no renovada. No han conocido una liberación completa de lo viejo, y por tanto la vida es una experiencia dividida entre victoria y frustración.
Hay cientos de los hijos de Dios en estos días que si supieran que la cruz significa una liberación completa; si comprendieran todo lo que quiere decir «redención,» lo que es de ellos por la preciosa sangre derramada en el Calvario, se apropiarían por la fe todo lo que hay en Cristo para ellos.
¡AL contrario! Muchos permanecen ignorantes, porque la Palabra de Dios raramente es predicada en toda su plenitud, poder y sencillez.
Además, hay otra clase que, teniendo la luz, no saben cómo usarla, cómo creer, o cómo apropiarse la victoria. Con toda la luz que tienen, aún les falta una fe inteligente, resultando en tinieblas y un vacío espiritual en lugar de victoria. ¡Oh, que la gloria sea para Dios! Esta luz viene de Él diariamente, no sólo para nosotros, sino también para transmitirla a los demás. Gracias a Dios que nuestra salvación es completa, y la expiación de Cristo se extendió para cubrir cada detalle de la maldición.
¡Cuantos de los hijos de Dios no reconocen la importancia de renovar la mente! Estos son los días en que Satanás está atacando las mentes de los cristianos. El área de los pensamientos es su gran meta, y él tiene una ventaja en las mentes que no están renovadas. Todo lo que es de la vida vieja es tierra muy fertil para el diablo. ¿No podemos ver, entonces, que es de suma importancia reconocer que el espíritu, el alma y el cuerpo son indivisibles en la «nueva creación» en Cristo Jesús? Satanás primero quiere hacernos enemigos de Dios, y si no tiene éxito en eso, entonces procura hacernos esclavos de cualquier forma con el fin de que no aprendamos a andar victoriosamente en Cristo, nuestra vida.
Satanás tiene la costumbre de imitar las maneras de Dios y mantenerse escondido. Cuando el cristiano no se apropia para su mente de la victoria del Calvario, el diablo se aprovecha de él. Satanás fue completamente vencido en la cruz, y cada hijo de Dios librado de su poder y sus «obras.» Hay que usar la inteligencia que Dios nos ha dado para saber cómo apropiarse de su redención completa en todos los detalles de nuestra vida.
Obra terminada
«Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7).
Guardemos lo que Dios nos ha dado, porque ¡el fin es para una mente sana! Además encontramos en 1 Corintios 2:16: «Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.» Para reclamar la victoria, uno debe saber los derechos que tiene con Dios.
No quedemos ciegos o ignorantes, porque si lo somos, Satanás se aprovechará de nosotros. Tenemos que saber de qué somos salvos y para qué somos salvos, y no sólo saber, sino también entrar a tomar posesión. Una fe viva no puede hacer menos.
En este estudio tan importante de la mente, necesitamos mucha claridad, como todo lo demás en la Palabra de Dios, la certidumbre, la seguridad y la sabiduría, que nos guían a una fe inteligente. ¡Qué gozo saber que las verdades eternas de Dios no son una conjetura o suposición! Sin embargo, podemos decir como el apóstol Pablo: «Yo sé.» Así que estando establecidos en la certeza de la Palabra de Dios, estaremos firmes y constantes, seguros en lo que creemos. Esta convicción puede despertar a otros corazones para que en ellos también se realice lo que tenemos. Necesitamos fijarnos en lo que dice Pablo a Filemón: «Para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús» (Filemón 6).
En Efesios 4:23 dice Pablo: «Renovaos en el espíritu de vuestra mente.» ¡Que bendición nos puede traer! Pero qué tristeza si Dios no lo hubiera provisto.
La palabra «renovar» quiere decir «hacer como nuevo; dar nueva vida; o comenzar otra vez.» ¡Qué bueno que nuestro Dios no «reforma» la mente vieja, sino que nos trae a un principio nuevo, la renovación de la mente en Cristo Jesús, por medio de su obra en el Calvario!
«Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Romanos 12:2).
«Transfigurar» quiere decir «cambiar de apariencia,» mas «transformar» significa «cambiar de una sustancia a otra; un cambio radical, sea en apariencia o en sustancia.» ¿No podemos ver en estas palabras el cambio completo que Dios quiere hacer en nuestras mentes?
Como resultado de la caída, la mente humana es imperfecta, impotente y perversa. La observación no sirve; la capacidad de razonar está debilitada y la memoria defectuosa. Por fin todo está en desorden, y se ha convertido en buen terreno para el diablo. Los procesos de la mente son una parte de su ataque y su fortaleza. Somos todos participantes de la caída. Vamos a ver en la Palabra de Dios el estado de:
La mente natural
Romanos 1:28: «Dios los entregó a una mente reprobada.»
Romanos 8:5: «Piensan en las cosas de la carne.»
Romanos 8:6: «El ocuparse de la carne es muerte.»
Romanos 8:7: «La mente carnal es enemistad contra Dios.»
2 Corintios 3:14: «El entendimiento de ellos se embotó.»
2 Corintios 4:4: «El dios de este siglo cegó el entendimiento.»
Efesios 4:17: Andan «en la vanidad de su mente.»
Filipenses 3:19: «Sólo piensan en lo terrenal.»
Colosenses 1:21: Son «enemigos» en su mente.
Colosenses 2:18: Están «vanamente hinchados por su propia mente carnal.»
1 Timoteo 6:5: Son «hombres corruptos de entendimiento.»
Tito 1:15: «Su mente y su conciencia están corrompidas.»
Mateo 15:19 nos enseña claramente que los pensamientos son más profundos que el intelecto. «Porque del corazón salen los malos pensamientos.» Muchas veces en las Escrituras las expresiones «mente» y «corazón» tienen el mismo significado. «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él» (Proverbios 23:7).
El pensamiento es la fuerza, el poder. Nuestros pensamientos determinan la verdadera calidad de nuestras vidas, y por lo general las acciones también. El poder de pensar es una fuerza potente y capaz de controlar todo el ser – el espíritu, el alma y el cuerpo. Nosotros somos una expresión de nuestro modo de pensar. Algún hermano dijo: «Nadie aparte del Espíritu Santo, nos puede revelar el grado de maldad que existe en nuestras mentes.»
La Palabra de Dios nos da una idea clara de la condición de la mente desde la caída, por lo cual entendemos la fuente de su corrupción. El estado de la mente es una indicación prominente de la degeneración del hombre. En esta condición la mente pertenece a «la creación vieja,» al hombre viejo. Esta mente no puede ser cambiada, renovada o transformada por nuestras propias fuerzas. Ni Dios la quería reformar. ¡Había un solo remedio: la crucifixión!
¿La cruz? ¡Sí! Vamos a volver al Calvario para verla clavada allí en la muerte de Jesús. La mente pertenece al «hombre viejo,» que cuando fue crucificado, todo lo que tenía fue crucificado con él. Dios quiere que comprendamos la realidad de esto. Así que, el primer paso a tomar es el de contar esta mente ya crucificada en la cruz, y verla como fuera allí. La muerte de Cristo la cubre, y debemos vivir según esta verdad. Muchos maestros nos hablan de la «mente nueva,» ¡pero no enfatizan la crucifixión de la mente vieja! La obra consumada de la cruz, la muerte de Cristo y su resurrección, es la única base sobre la que podemos reclamar la victoria y tener la liberación de todo lo de la «creación vieja.»
Hace varios años yo oraba intensamente por una «renovación de la mente.» Esta oración inspirada por el Espíritu Santo, llegó a ser una pasión porque la mente vieja fuera completamente quitada. Pero me parecía imposible alcanzar tal liberación. Esto fue antes de reconocer la eficacia de la obra consumada en la cruz.
En aquel entonces no tenía el conocimiento del significado completo del Calvario, ni de la realidad y poder de la aplicación directa de la sangre de Jesús, hasta que la fidelidad de Dios resultó en la gran revelación, la contestación a mis oraciones, que la mente renovada podía ser mía, sí, la mente de Cristo.
Ahora veo que no solamente debemos rendir esta mente vieja en la cruz, sino que también debemos recibir la «mente de Cristo.» Dios quiere que comprendamos bien lo que es la «nueva mente.» Alguien dijo: «Debemos tener un acuerdo con Dios acerca de nuestra mente, igual que de la salvación para nuestra alma.» Sí, la «mente nueva» pertenece al «hombre nuevo,» la «creación nueva,» y es el fruto de la vida de resurrección, basada en la crucifixión de lo viejo. Dios ha hecho todo lo imposible por nosotros. Que le demos a Él la alabanza que merece, recibiendo de Él todas las bendiciones que acompañan nuestra salvación.
La mente de Cristo
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:5). Este texto se refiere al carácter santo de nuestro Señor, de lo profundo de su humildad, de su vida sin mancha, y de su disposición santa.
1 Corintios 2:16 dice claramente que «tenemos la mente de Cristo.» Esto no excluye el texto anterior de su santa disposición, sino que se refiere más directamente a su intelecto, que es la mente. «Tenemos la mente de Cristo.»
La palabra «froneo» del griego, como se encuentra en 1 Corintios 2:16, significa «la facultad de pensar» de Jesucristo. Quiere decir que sus redimidos no tienen que depender de sus propias mentes, porque tienen la «mente de Cristo,» su misma facultad de pensar.
Pensemos más en las palabras, «Tenemos la mente de Cristo,» – la mente de Sí Mismo, el Ungido de Dios. No nos fijemos tanto en el estudio de esta verdad, sino en la relación hermosa que tiene nuestro Señor con nosotros. Es una relacion personal en la que nos imparte lo que es de su propia persona, en la «nueva creación.»
Esta vida mental de Cristo, tan pura y fuerte, es para nuestras mentes, igual que su vida física es para nuestros cuerpos, y su vida espiritual es para nuestros espíritus. Todo lo de Cristo es para todo hombre.
Cuando hablamos de «la mente nueva,» algunos creen que no puede ser de nosotros hasta que realicemos una renovación entera en la región mental, que no debemos esperar que caiga tal bendición del cielo. Tenemos que distinguir entre las actividades mentales y «los procesos nuevos» de la mente. Cuando entregamos nuestra mente al Señor Jesús, su vida mental viene a ser nuestra vida mental, desterrando los pensamientos viejos, y estableciendo una manera nueva de pensar. Por consecuencia el viejo proceso de pensar, que en figura fue crucificado en el Calvario, es casi destruido, y al entregar la mente continuamente a Él, su vida mental ocupará, sostendrá, defenderá, librará y fortalecerá nuestras mentes. Así casi sin esfuerzo tenemos una renovación continua de la mente.
Sí, nuestro Señor nos imparte su vida interior, incluyendo su vida mental. Tenemos su justicia, su santidad, su paz, su gozo, y también Él quiere que tengamos su mente. Recibamos esta verdad en todo su poder y realidad. La «nueva creación» incluye la incorporación de nuestro Señor Jesucristo en toda su plenitud a nuestro ser. ¡Qué glorioso vivir por medio de la vida de Dios mismo!
Nuestro punto de partida, pues, es esta seguridad positiva: «Tenemos la mente de Cristo.» Habiendo entregado la nuestra a la cruz de Cristo, hemos recibido la mente de Él, y así podemos decir que tenemos la mente de Cristo. Esta es la norma de Dios. ¿No podemos tener la misma confianza y seguridad que el apóstol Pablo? Tantos cristianos apenas comprenden lo positivo de la Palabra de Dios. Que no estemos entre ellos, sino vamos a lograr asir aquello para lo cual fuimos también asidos por Cristo Jesús, ¡AHORA! (Filipenses 3:12).
Tenemos que aprender a poseer nuestra herencia espiritual. La «Canaán de la nueva mente,» o «la tierra prometida de Canaán por el intelecto» ¡es de nosotros! Es un don común, ¡no para unos cuantos elegidos, sino para cada hijo de Dios! En Canaán todo hombre puso sus pies sobre su propio terreno, y no es menor el privilegio que tenemos en la Canaán espiritual. Vamos a poner «los pies» sobre nuestro territorio espiritual para poseerlo. Nuestra fe no puede ser pasiva o inactiva si estamos apropiándonos de lo que es nuestro. «Echa mano de tus posesiones» es el mensaje antiguo y presente. ¡Tengamos una actitud positiva y agresiva! La victoria de la mente es nuestra si nos la apropiamos.
¿Con quién se va a llenar esta mente nueva? ¡Con Cristo mismo! ¿Quién puede ocuparla mejor que el que es el Creador de ella? ¿No era Cristo el tema y la pasión del corazón del apóstol Pablo? Su conversión fue para él lo que se escribe en Gálatas 1:16: «para revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase.» Después de treinta años de amor y devoción al Señor, con lucha, servicio y durezas, lo oímos clamar: «A fin de conocerle,» ¡con tal intensidad que estaba dispuesto a sufrir la pérdida de todas las cosas y tenerlas por basura para ganar a Cristo! (Filipenses 3:8).
Sí, el apóstol Pablo tenía una sola visión, un tema, una pasión – ¡Cristo¡ En Gálatas lo menciona 42 veces, en Colosenses 27 veces, en Efesios 48, y en Filipenses 40. Seguramente Cristo ocupaba toda la mente del apóstol. Su Señor era el gozo de su vida y la vida de su gozo. Alguien dijo: «¡Yo tengo una pasión, y esa pasión es Cristo, sólo Cristo!»
¿Qué de nosotros, hermanos amados?
¿Conocemos a nuestro Señor Jesucristo?
¿Ocupa Él nuestras mentes?
Vamos a ver lo que dice Pablo en Filipenses 4:8: «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.»
¿Cuántos de los hijos de Dios están observando la verdad de este versículo? Al contrario, cuando consideramos tantas otras cosas que llenan la mente, vemos la razón por la cual los cristianos no están creciendo en un conocimiento más profundo del Señor. Cuando Cristo posee la mente, su voluntad se está cumpliendo, y estamos ocupados con todo lo que es de Él.
Sustento para la mente nueva
Jeremías 15:16 nos da luz sobre esto: «Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón: porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos.»
La mente nueva en Cristo Jesús requiere alimento, y solamente puede ser sostenida por lo que Dios mismo ha proveído. Debemos recordar que estamos en nuestro «Canaán espiritual,» y su promesa a través de los siglos es para nosotros ahora: «No comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella» (Deuteronomio 8:9), porque nuestra comida es divina, el pan de vida, el agua viva, Cristo mismo. Él es nuestra vida y sustento. Tenemos que alimentar nuestras almas con la Palabra escrita para conocer el poder y la realidad de la Palabra viva, Cristo.
La mente nueva tiene mucha hambre y sed, y el Espíritu Santo nos da benignamente. En el principio da «la leche espiritual» (1 Pedro 2:2), y luego da «el alimento sólido» (Hebreos 5:12-14), haciéndonos madurar en su gracia y gozar de «lo mejor del trigo» y de la «miel de la peña» (Salmo 81:16). Al fin, lo superior es, Juan 6:56-57: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.»
El comer de su carne y beber de su sangre no es un rito reservado para el servicio de comunión, sino una experiencia espiritual que cada creyente puede tener diariamente. Así, el Señor viene a ser Vida para nosotros.
Defensa para la mente nueva
«Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7). Gracias a Dios, la mente nueva es en Cristo Jesús, guarnecida, protegida, amparada por la «paz de Dios.» Así defendido, ¿quién puede forzar la entrada a semejante fortaleza del Dios de la paz? Nuestra mente – ¡la fortaleza de Dios! «Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar» (Hebreos 12:3). Para la defensa de nuestras mentes, el Espíritu Santo nos exhorta que consideremos a Jesús quien sufrió, resistiendo hasta derramar su sangre en la lucha contra el pecado, y así no desmayar.
«Porque no nos ha dado Dios espiritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7). ¡Esta declaración tan positiva es la clave de la liberación interior! El mundo entero de los pensamientos es sometido bajo el poder del Espíritu Santo, y Él lleva «cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). Significa poder para refutar «los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios,» desenredándonos de la vida anterior. También representa la conquista de la mente en la que Cristo posee y controla toda actividad mental. Quiere decir que por la muerte de Jesús hay una liberación completa de todo lo que puede impedir o contristar al Espíritu de Dios.
La mente nueva continuamente siente la necesidad de escudriñarse y limpiarse, como leemos en el Salmo 139:23-24: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.» La mente nueva no tiene temor a la gran luz de Dios que revela todos los pensamientos. Ya no quiere ninguna parte de las tinieblas, pues el Espíritu de Dios hace comprender el egoísmo y la falta de santidad en la mente.
La mente nueva está de acuerdo con el salmista: «Los pensamientos vanos aborrezco» (Salmo 119:113). ¡Cuántas veces los pensamientos son malos, vanos e inútiles, y ocupan el lugar en que el Espíritu Santo derramaría su verdad —las cosas eternas y profundas!
Muchas veces la mente quiere volver a pensar en las experiencias del pasado. Para combatir esto, uno debe meditar en la gran victoria que nos fue dada en el Calvario, y a la vez en las virtudes de nuestro Señor, que Él, siendo la Cabeza de la nueva creación, nos quiere impartir.
La voluntad y la mente nueva
El «hombre nuevo» no quiere dejar vivir al «hombre viejo.» Así con la «mente nueva» en Cristo Jesús, ya no quiere «lo viejo.» La mente nueva no forja compromisos, sino que resiste, rechaza, y repudia ciertos pensamientos e imaginaciones, aplicando instantáneamente la sangre de Cristo y tomando su amparo en la cruz. La mente nueva lleva una actitud de desconocer lo que no es de Dios, ni de la vida de Cristo en espíritu, alma o cuerpo, y puede resistirlo.
Una hermana nos ha dado un testimonio de mucho beneficio. Ella dijo que estaba aprendiendo el secreto de la victoria al estar rechazando instantáneamente todo lo que ella sentía que no era de Dios, y antes de que algo tomara forma en su mente, o que pusiera sus raíces en su imaginación, lo ponía bajo el poder de la cruz y la sangre de Cristo, así realizando al momento la victoria que no hubiera tenido.
Vamos a aprender más de la habilidad de la mente nueva para resistir los dardos del diablo y entender sus métodos, y así guardar estas mentes en la pureza de Cristo Jesús. Aunque vengan pensamientos malos, al rechazarlos en ese instante, no pecamos. Hemos oído el dicho de un puritano: «No puedo evitar que los pájaros vuelen sobre mi cabeza, pero no los voy a dejar que hagan un nido en mi cabello.» Necesitamos una «actitud» en contra de todo pensamiento malo e imaginación vana, repudiándolos como hacemos con el pecado, y no dejarlos tomar posesión. No vayamos a esperar del Señor una victoria sobre lo que guardamos, amamos y alimentamos. Si estamos dispuestos a separarnos de todos los «enemigos de la tierra» y saber lo que es en verdad poseer la Canaán de la mente, podremos llegar a más profundidad en lo espiritual y experimentar la plenitud de la presencia de Dios. Solamente así veremos establecida la fundación de nuestra mente.
La actitud de la mente nueva
La mente debe permanecer en Dios. Todos conocemos lo difícil que es esto, pero después de una limpieza de todo lo inmundo y de lo que impide, la mente siente confianza y seguridad en la protección que ofrece su Dios.
La mente nueva resiste toda insinuación que sugiera lo malo, y busca inmediatamente la sangre limpiadora. Reclama la victoria sobre toda tormenta por la cruz, y descansa en «la paz de Dios,» pero es controlada por «el Dios de la paz.» Así que, con cada pensamiento en la cautividad de Cristo, la mente es libre para adorar a Dios sin distracciones. Ahora vemos la verdad de las palabras que habló Dios a los israelitas: «No toquéis cosa inmunda» (Isaias 52:11). «Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y aquella persona será cortada de Israel» (Números 19:13). «Y toda vasija abierta… será inmunda» (Números 19:15).
Con una nueva inteligencia la mente nueva toma su lugar bajo la protección de la sangre, y sabe que no puede quedarse como una vasija abierta para cada idea que pasa. Es un recipiente para lo divino y eterno, un instrumento de Dios.
Satanás trae sus sugestiones, revelaciones e ideas extrañas, pero la mente nueva ha aprendido a juzgar todo según la Palabra de Dios y a probar todo espíritu, para no ser engañado. La lepra, como una figura del pecado, tiene sus varias manifestaciones. Una de las plagas llamada «inmunda» era la lepra de temor. La ropa que traía sus marcas siempre fue quemada, completamente destruida. Podemos dar gracias a Dios que la preocupación de nuestro pecado interior ha sido crucificada en la cruz del Calvario, así que estamos verdaderamente emancipados del temor del pecado. «Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» (Salmo 119:165).
Hemos considerado la mente como era antes de la caída, su estado y condición desde entonces, y ahora hemos visto también cómo es en la nueva creación en Cristo Jesús. Recordemos al hombre en Marcos 5:15 que estaba sentado a los pies de Cristo, «vestido y en su juicio cabal.» ¡Qué cambio de lo que era antes! ¡Así es el cambio que hace Jesús! ¿Lo ha hecho para nosotros? ¿Conocemos esta transformación de una manera personal?
Otra vez, no solamente tenemos su mente, sino también tenemos que aprender a depender de su mente. «En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Colosenses 2:3).
«En Él habitase toda plenitud» (Colosenses 1:19). «Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en Él, en toda palabra y en toda ciencia» (1 Corintios 1:5). Tenemos todo en Él.
Tomar, apropiarse, poseer
Vamos, pues, a echar mano a nuestras posesiones, y formar el hábito de depender totalmente de la mente de Cristo por lo que pensamos y hablamos.
Hay tres factores grandes en nuestra vida espiritual y lucha: el intelecto, Ias emociones y la voluntad. El intelecto a veces está a favor de alguna cosa, y las emociones en contra, pero la voluntad toma el asunto y hace la decisión. Dios trata con nuestra voluntad, y como Cristo dijo al ciego, ¿qué quieres que te haga? Así nos trata Dios a nosotros. No consulta nuestros sentimientos, emociones o deseos, sino que obra directamente con nuestra voluntad. ¿Quiere usted tener esta mente nueva?
¡Qué protección existe en la mente de Cristo en estos días cuando hay tanta presión de Satanás para los hijos de Dios! La manera de vivir de que habló Pablo en Filipenses 1:27, nos muestra la mente de Cristo.
Fuimos rescatados de nuestra «vana manera de vivir» (1 Pedro 1:18-19; Efesios 4:22-32), y nuestros labios necesitan una purificación para hablar el mensaje del Espíritu Santo de Dios. Debemos vaciarnos de nuestras propias palabras y esperar que Dios nos unja los labios para su servicio, y hablar mensajes ungidos. Necesitan el toque del «carbón encendido... del altar» (Isaías 6:6). ¿Quién puede decir lo que van a ser los resultados siguientes?
Para concluir, acordémonos de las palabras del salmista: «¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena» (Salmo 139:17-18). «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:8-9).