«Dedicado a fortificar y animar al Cuerpo de Cristo.»

Orientación Continua

Por Derek Prince

    Examinemos un ministerio del Espíritu Santo en la vida del creyente: la dirección diaria en el camino de la voluntad de Dios.

    El ministerio de la dirección diaria, la describe Pablo: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:14).

    Es importante ver que Pablo usa aquí un presente continuo: "todos los que son [habitualmente] guiados por el Espíritu de Dios." No está hablando de algunas ocasiones aisladas, sino de una forma continua de vida.

    Muchos que profesan ser cristianos, incluso entre quienes verdaderamente han nacido de nuevo, no le dan suficiente importancia a estas palabras. Tienden a poner todo el interés en determinadas experiencias aisladas, como las del nuevo nacimiento o el bautismo en el Espíritu Santo, basando en ellas su derecho de que se les considere cristianos. Es por cierto muy importante poner de relieve estas experiencias decisivas, pero no al punto de olvidar que también es necesario andar diariamente en la gracia de Dios.

    A fin de ser un verdadero cristiano, una persona tiene que nacer de nuevo del Espíritu de Dios. A fin de convertirse en testigo eficiente de Cristo, tiene que ser bautizado en el Espíritu Santo. Pero la obra del Espíritu Santo nunca debe de terminar ahí. A efecto de vivir cristianamente todos los días, una persona tiene que ser guiada por el Espíritu.

    El nuevo nacimiento transforma a los pecadores en hijos de Dios. Pero se requiere la continua orientación del Espíritu Santo para que los hijos recién nacidos alcancen la madurez de cristianos adultos.

    En Romanos 8:14, Pablo da por sentado las dos experiencias preliminares de nacer del Espíritu de Dios y de ser bautizado en el Espíritu Santo. Sin embargo, señala que el único camino que lleva a la madurez espiritual y al éxito en la vida cristiana diaria es depender del Espíritu para la dirección momento a momento en cada aspecto de la vida. Unicamente esto hará posible que el Espíritu Santo logre todos los propósitos por los que en realidad vino a morar dentro del creyente. Esto concuerda con los comentarios de Pablo: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10).

    Pablo enseña que los creyentes somos creados de nuevo por Dios por la fe en Cristo. A partir de entonces, para continuar en la vida cristiana, no tenemos que programar nuestra propia dirección y actividades. Por el contrario, el mismo Dios que primero nos conocía de antemano y después nos creó de nuevo en Cristo, también preparó desde antes de la fundación del mundo las buenas obras que él quería que cada cristiano cumpliera.

    Por consiguiente, no organizamos nuestras buenas obras, sino que procuramos descubrir, y entonces realizar, las buenas obras que ya Dios ha preparado para nosotros. Aquí la guía del Espíritu Santo se vuelve esencial para el cristiano, porque él es quien primero nos revela, y después nos conduce al plan de Dios para nuestra vida.

    Lamentablemente, muchos cristianos hoy han invertido este proceso. Ellos primero proyectan su propia ruta y actividades, y después pronuncian alguna oración rutinaria o superficial pidiéndole a Dios que bendiga esas actividades. En realidad, Dios todopoderoso nunca concederá su aprobación o bendición convirtiéndose en un endosador automático de planes y actividades acerca de las que nunca se le ha pedido consejo sinceramente.

    Este error es común no sólo en las vidas particulares de cristianos, sino también en las actividades de iglesias y de otras organizaciones cristianas. Incontables horas de trabajo e inmensas sumas de dinero se despilfarran y se pierden, sin ningún fruto perdurable, sencillamente porque nunca se buscó con sinceridad el consejo de Dios antes de iniciarlas.

    En realidad, en muchos círculos cristianos de hoy, el mayor enemigo de la verdadera espiritualidad y la fructificación, es esa actividad laboriosa y consumidora de tiempo clasificada de "cristiana" en nombre, pero que carece del soplo divino y de la guía del Espíritu Santo.

    Los productos finales de tales actividades son madera, heno y hojarasca; que serán consumidos todos – sin que quede residuo ni recuerdo – en el fuego del juicio final de Dios sobre las obras de su pueblo (ver 1 Corintios 3:12).

    En constraste, una de las marcas distintivas de la Iglesia del Nuevo Testamento, es la dirección directa, continuada y sobrenatural del Espíritu Santo en sus actividades. De los muchos ejemplos posibles en el libro de los Hechos, examinemos un incidente muy característico del segundo viaje misionero de Pablo, en compañía de Silas: "Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablos una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio" (Hechos 16:6-10).

    En el examen de este pasaje, tengamos presente que Pablo y Silas en su tarea misionera estaban cumpliendo la comisión que Jesús dio directamente a sus discípulos: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28:19). "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15).

    Observe cuán amplia y general es esta misión: "a todas las naciones (…) a toda criatura."

    En cumplimiento de esta comisión, Pablo y Silas habían predicado en Frigia y en Galacia; en la parte central de lo que hoy llamamos Asia Menor. Su siguiente paso hubiera sido obviamente pasar a la provincia de Asia, en el extremo occidental de Asia Menor. Sin embargo, el relato de Hechos dice: Les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. En efecto, prosiguieron al norte hacia Misia.

    A partir de allí, su próximo destino evidente hubiera sido hacia el noreste internándose en Bitinia. No obstante, en este punto Hechos relata: Intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió (Hechos 16:7).

    Ambas puertas obvias de evangelización – en Asia por un lado, y en Bitinia, por el otro – les fueron cerradas por órdenes explícitas y directas del Espíritu Santo.

    Sin duda, Pablo y Silas empezaban a preguntarse cuál sería el plan de Dios para ellos, o cuál derrotero deberían seguir entonces. Pero ante esta disyuntiva, Pablo tuvo una visión en la noche de un hombre que decía: Pasa a Macedonia y ayúdanos (v.9). Sin vacilar, comprendieron inmediatamente que Dios los estaba dirigiendo hacia Macedonia, en la parte norte de Grecia y extremo sudoriental de Europa. De esta forma el evangelio fue traído primero de Asia a Europa.

    Cuando miramos ahora hacia el pasado a los subsecuentes diecinueve siglos de historia de la Iglesia, comprendemos el papel decisivo que desempeñó la Iglesia en Europa: primero, en preservar la verdad del evangelio, y después, en diseminar enérgicamente esa verdad por el resto del mundo. Podemos comprender, por consiguiente, por qué, en la sabiduría y presciencia de Dios, era de suprema urgencia e importancia que el evangelio fuera plantado, desde muy temprano, en Europa por el mismo Pablo, el principal apóstol de los gentiles.

    Sin embargo, Pablo y Silas hada sabían del curso que la historia tomaría en los siguientes diecinueve siglos. Por lo tanto, esta memorable decisión fue posible únicamente mediante la revelación y dirección sobrenaturales del Espíritu Santo. Si ellos no hubiesen estado abiertos a la orientación del Espíritu, se hubieran perdido el plan de Dios, en sus propias vidas, y en toda la obra del evangelio.

    La dirección sobrenatural del Espíritu Santo en este punto resulta mucho más notable cuando examinamos ciertas fases subsecuentes de la obra misionera de Pablo.

    Aquí en Hechos 16 leemos que el Espíritu Santo le prohibió a Pablo predicar la palabra en la provincia de Asia, y por eso él viajó más allá de Asia y entró Europa. Pero en Hechos 19 leemos que regresó algún tiempo después a Efeso, que era la principal cuidad de la provincia de Asia, y que de su predicación allí surgió uno de los mayores y más extensos avivamientos que se registran en todo su ministerio: "Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús" (Hechos 19:10).

    Seguramente esto es digno de un cuidadoso examen de nuestra parte. Anteriormente, el Espíritu Santo no le había permitido entrar siquiera en Asia o hablar con una sola persona allí. Ahora, que regresa en el tiempo del Señor y bajo la dirección del Espíritu, Pablo presencia tal impacto en la predicación del evangelio, que todo ser humano que vivía en la provincia entera de Asia vino a escuchar el testimonio de Cristo.

    Basados en estos hechos, podemos llegar a dos conclusiones: 1) Si Pablo hubiese entrado en Asia durante su primera visita, contrario a la dirección del Espíritu, sólo hubiera encontrado allí desaliento y fracaso. 2) Visitar Asia prematuramente, sin que el Espíritu lo guiara allí, pudo haber obstaculizado, o incluso impedido totalmente, el poderoso movimiento del Espíritu de Dios que Pablo tuvo el privilegio de presenciar en su visita posterior.

    ¡Qué lección hay aquí para todos los que procuran predicar el evangelio o testificar de Cristo de cualquier manera! En todo curso de una actividad programada, hay dos factores afines de importancia que tenemos que tomar en cuenta: 1) el lugar; y 2) el momento.

    En esto, la revelación de la Escritura anticipa la inclusión básica de la teoría moderna de la relatividad: que jamás podemos especificar un lugar exacto a menos que también especifiquemos el tiempo. Ambos están correlacionados y nunca pueden separarse.

    Salomón estableció la misma verdad hace muchos siglos: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora" (Eclesiastés 3:1).

    No basta hacer lo correcto solamente o tener la intención debida. A fin de disfrutar del éxito y la bendición de Dios, tenemos que hacer lo correcto en el momento preciso, y tenemos que llevar a cabo el propósito debido en el tiempo apropiado. Cuando Dios dice: "Ahora", es en vano que el hombre diga: "Después." Y cuando él dice "Más tarde", de nada sirve que éste diga "Ahora".

    El ministerio que Dios ha designado para el Espíritu Santo es revelar a la Iglesia no sólo la acción o el propósito correctos, sino también el momento ideal y la hora oportuna. Muchos cristianos sincerios y bien intencionados, que no han aprendido a dar lugar a la dirección del Espíritu Santo, encuentran frustración continua en sus vidas, sencillamente por intentar hacer lo debido en el momento inoportuno o llevar a cabo el propósito justo a la hora inconveniente. Con relación a esto, el profeta Isaías plantea una penetrante pregunta: "¿Quién guió al Espíritu del Señor, o como consejero suyo le enseñó?" (Isaías 40:13).

    Pero eso es precisamente lo que muchos cristianos hacen hoy: están tratando de dirigir al Espíritu del Señor y de ser consejeros del Espíritu Santo. Programan sus actividades personales, dirigen sus propios servicios y entonces le dicen al Espíritu Santo exactamente qué, cuándo y cómo ellos quieren que él bendiga. ¿Cuántos congregaciones de hoy dan lugar realmente para que Espíritu Santo dirija o intervenga?

    El resultado de esta actitud errónea hacia el Espíritu Santo puede resumirse en una palabra: frustración.

    Tales creyentes pueden tener una genuina experiencia del nuevo nacimiento e incluso del bautismo en el Espíritu Santo. Pueden ser perfectamente sinceros en su profesión de fe en Cristo. Sin embargo, en sus vidas diarias carecen de victoria o de fruto, porque han pasado por alto esta regla cardinal de la vida cristiana: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:14).

    – Tomado de EL MANUAL DEL CRISTIANO LLENO, DEL ESPIRITU por Derek Prince. Usado con permiso de Derek Prince Ministries – International.