«Dedicado a fortificar y animar al Cuerpo de Cristo.»

Derramaré De Mi Espíritu

Por Eva Stuart Watt

    Muchos cristianos que contemplan los campos blancos de la cosecha del mundo, dicen: "La cosecha es grande, los segadores son pocos y lo que no se coseche, perecerá. Pero cuando se ha recogido tan poco durante las once horas de sol, ¿qué esperanza hay para hacer algo en la hora del crepúsculo? Nada sino un milagro como el de Pentecostés, multiplicado a ciento por uno, puede transformar la situación del día de hoy."

    Estoy convencido de que eso es exactamente lo que Dios propone hacer. "Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…vuestros jóvenes verán visiones…y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu…" (Hechos 2:17,18).

    Podemos esperar que el mismo Espíritu se derrame, no sólo en Jerusalén, sino sobre cada continente y cada campo misionero, quemando la basura del esnobismo y del denominacionalismo religiosos; consumiendo el laodiceanismo de nuestro cómodo egoísmo y conformidad al mundo; y equipando un ejército de hombres y mujeres cautivados por Cristo para ir por las carreteras y caminos de la tierra y forzándolos a entrar.

Toma tu hoz y cosecha

    El pesimismo en un soldado de la cruz no es nada más que incredulidad con la raíz corta. El Espíritu se está moviendo sobre la faz de las aguas para cumplir con la voluntad de Dios sobre la tierra. "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mateo 24:14).

    Pero la batalla final y mayor con el enemigo para plantar las normas de Cristo en cada rincón del planeta no se logrará sin sacrificio. Sin embargo, ya que nuestro bendito Señor, para salvar nuestras almas de la muerte, "afirmó su rostro para ir a Jerusalén" (Lucas 9:51), sabiendo lo que ahí le esperaba, ¿nos echaremos para atrás ante el costo de seguirle? ¡Dios no lo quiera!

    En lugar de eso presentemos, de una vez y para siempre, nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios, luego con los ojos ungidos y un corazón ardiente, ¡tomemos la hoz y cosechemos! ¡No hay tiempo que perder porque "la noche viene, cuando nadie puede trabajar"! (Romanos 12:1; Juan 9:4).