¡La Vida Es Un Campo De Batalla!
Por W. C. Moore
Por gracia somos salvos por medio de la fe (Ef. 2:8). El mensaje del Evangelio es sencillamente: «Arrepentíos y creed en el evangelio» (Mc. 1:14-15). «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Pero cuando el Señor nos salva, nos salva para que le sirvamos, para que le sigamos, para que hagamos Su voluntad (Mt. 16:24; 12:46-50; Juan 14:23).
Y cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador, no entramos nosotros a una vida fácil, sino a un campo de batalla. Pero ¡no temaís! Su gracia es suficiente (2 Cor. 12:9-10; Dt. 33:25). Somos llamados a sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2:3).
La vida cristiana no es una vida perezosa, indolente y aburrida. Al contrario, es una vida activa, interesante y llena de aventuras. Somos llamados a negarnos a nosotros mismos, a renunciar a nuestras preferencias y a hacer la voluntad de Dios (Mt. 16:24; Juan 5:30).
«El que Me ama, guardará Mi palabra» (Juan 14:23). «El amor de Cristo nos apremia» (2 Cor. 5:14). Amamos tanto a Dios que queremos hacer Su voluntad: «El hacer Tu voluntad, Dios mío, me ha agradado» (Sal. 40:8).
«Él satisface mi alma;
Él llena el vacío.
Su amor controla todo;
Estoy encantado por Su rostro.
Estar con Él es como estar en el celo.
¿Cómo podría estar sin Él?
Quítenme todas las cosas,
¡pero no me quiten a mi Señor!»
Y ahora, habiendo hecho estas observaciones introductorias, quiero decir lo siguiente: No debemos sorprendernos cuando en nuestra vida cristiana se presenten los problemas, las pruebas, los conflictos y las dificultades. ¿Cómo es posible que el pueblo de Dios en el pasado haya confrontado toda clase de dificultades por su fe y nosotros no suframos nada? Nosotros también tenemos que ser probados y refinados como el oro (Mal. 3:1-6; Heb. 11; 1 Pe. 1:3-8; 4:12-19).
En todas las cosas Dios quiere que obtengamos la victoria. «Más gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor. 15:57). «Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de Él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio» (Sal. 62:8). «Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tes. 5:18).
«Sed llenos del Espíritu» (Ef. 5:18).
«¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hch. 19:2). En la actualidad necesitamos ser llenos del Espíritu Santo tanto como los discípulos en el pasado (Lc. 24:49; Hch. 1:8). La salvación viene a través del arrepentimiento y la fe en Cristo Jesús y en Su sangre derramada en la Cruz. Pero el poder para vivir una vida santa y ser un testigo fiel – poder para hacer el trabajo que Dios quiere que USTED haga – viene a través de la plenitud del Espíritu Santo (Hch. 1:8). Usted tiene una obra que hacer, pues la Biblia dice: «A cada uno su tarea» (Mc. 13:34).
¿Ha sido usted alguna vez lleno del Espíritu Santo? Y si usted fue lleno del Espíritu Santo en el pasado, pero no goza de esa plenitud en el presente, ¿está usted de nuevo buscando esa bendición a través del ayuno, la oración y las primeras obras? (Ap. 2:1-5; Mt. 6:33; Juan 15:1-2, 7).
Si estamos orando por un avivamiento mundial y nuestra oración no ha sido contestada, no debemos desmayar ni desalentarnos por ello. No seamos como el Saúl del Antiguo Testamento que cuando Samuel no se presentó en el tiempo esperado, tomó las cosas en sus manos para su propia vergüenza (1 Sm. 13:7-14).
«…Copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos» (Ap. 5:8). Hagamos nuestra parte para llenar las copas de oro con nuestras oraciones por un gran avivamiento que sacuda al mundo entero con el poder del Espíritu Santo, convenciendo del pecado, salvando a los pecadores y edificando a los santos. ¡Que Dios no permita que nos demos por vencidos cuando la victoria está tan cerca! ¡Que Dios nos ayude a no romper filas momentos antes de que obtengamos una conquista completa!
«La carne es débil» (Mt. 26:41). Estas palabras de Cristo, la Cabeza de la Iglesia (Ef. 5:23-24), son tan verdaderas hoy como lo eran cuando Él las pronunció. Así que debemos obedecer Su Palabra, recibir el Espíritu Santo (Juan 20:22) y ser llenos del Espíritu de Dios constantemente para que por el Espíritu hagamos morir las obras de la carne (Rom. 8:12-13).
En esta guerra espiritual los débiles son llamados y escogidos por Dios (Mt. 11:28-30). «Y escogió Dios lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte» (1 Cor. 1:27). Pero el llamado de Dios es también para los fuertes. «Proclamad guerra, despertad a los valientes» (Joel 3:9). En una guerra total las naciones usan a los débiles y a las mujeres y a todos los que puedan ayudar. Pero todos sabemos que los valientes son puestos en el frente de batalla.
¡Sí, la vida es un campo de batalla! Amigos, debemos esperar la guerra y recordar que no luchamos según la carne: «Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Cor. 10:3-4). «No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal» (Rom. 12:21).
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo» (Ef. 6:10-20).
«Por Su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesita» (Lc. 11:1-13).
«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran galardón; porque tenéis necesidad de paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (Heb. 10:35-36).